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Martes, 30 de marzo 2021, 12:12
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Ana María Brugger fue directora general de Función Pública con el presidente Alberto Fabra. La ex alto cargo fue juzgada hace unas semanas por ayudar a copiar a María Gonzalbez, asesora de Vox en Les Corts, en una oposición para ser técnico superior de la Generalitat. No se discuten los hechos, es decir, que realmente la supervisora del aula intentó -y lo consiguió- pasar información a la examinanda sino si esa actuación es o no delictiva. La sentencia no es firme, pero todo apunta a que el castigo deberá ejercerse en la vía administrativa. Brugger quiso ayudar a su amiga a pasar la oposición al entregarle unas hojas manuscritas con notas para responder a la prueba, una de las más complicadas de la Generalitat, según queda recogido en el relato de hechos probados.
La acusación popular, ejercida por el sindicato de la Confederación General del Trabajo (CGT), sostenía que aquello era un delito de falsedad en documento y reclamaba seis años de cárcel. El tribunal entiende que no se dan los requisitos del tipo, exactamente la tesis que las defensas se esforzaron en exponer durante el juicio. «Las hojas requisadas no se confeccionaron para ser entregadas, es un mero soporte para transmitir la información», asegura el tribunal. Es decir, que esos documentos, o mejor dicho el contenido, iba a ser trasladado por la opositora a otras hojas. «No estaban destinadas a ser vistas por terceros» porque no se iban a introducir como respuesta al examen, aclaran. De igual modo, recuerda la Sala que la supuesta autora de la falsedad no es funcionaria y por tanto no podría cometer el delito por el que acusaba la CGT. Además, le impone las costas.
El tribunal también rechaza las pretensiones de la Fiscalía, que acusaba por un delito de actividades prohibidas a funcionarios y solicitaba una multa de 20.000 euros. De nuevo, según los magistrados, falta uno de los requisitos de este delito, el de que la acusada tuvo acceso a una información privilegiada. Recuerda la Sala que no se da el caso de que la funcionaria accediera con anterioridad a las preguntas del examen y que se las trasladara a su amiga, sino que los temas se seleccionaron, por sorteo, el mismo día de la prueba y al mismo tiempo para quienes vigilaban la prueba y los candidatos. Todos conocieron allí las cuestiones del examen. La Fiscalía planteó en el juicio la existencia de condenas en otras Audiencias por hechos similares.
Brugger tampoco accedió a información confidencial para ayudar a su amiga sino que simplemente consultó su teléfono -era la única que podía hacerlo en el aula- y le facilitó notas para superar la prueba. Pero todo el material era de fácil acceso a través de Internet. «Esta no estaba restringida a un ámbito concreto de personas en función de su cargo ni tampoco existía respecto a este material un deber de reserva».
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