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¿Nos pasamos con las extraescolares?

¿Nos pasamos con las extraescolares?

Son beneficiosas para el desarrollo del niño... pero también pueden saturarle. Un experto explica cómo saber si se ha sobrecargado la agenda infantil

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Martes, 28 de noviembre 2017

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A veces, al arrancar la semana, los padres echan un vistazo al horario de sus hijos, con sus madrugones, su jornada lectiva, su rato para hacer deberes, sus extraescolares y sus 'compromisos sociales' y no pueden evitar un resoplido... ¡cuántas cosas y, lo que es peor, qué poco tiempo para hacerlas con tranquilidad! Aunque buena parte de estas actividades son inevitables, hay otras en las que uno se sumerge voluntariamente, como las extraescolares. Y es por eso que generan tantas dudas a los progenitores: ¿Es bueno que el niño se apunte a esto y a aquello? ¿Se quedará atrás si otros van y él no? ¿A qué edad deben empezar? ¿Qué actividad tiene que elegir? ¿Mejor escogemos por él? ¿Qué número de extraescolares es el adecuado? ¿Todo este trajín es necesario? ¿No estaremos saturando al niño, verdad? Está claro que es un asunto al que se le da muchas vueltas y que suscita encendidos debates entre los defensores a ultranza de inscribir a los pequeños en numerosas actividades para mejorar su formación y alejarles de entretenimientos sedentarios, como la televisión o la 'tablet', y quienes consideran que se sobrecarga de agobios a los pequeños, que deben disponer de más tiempo libre, sin el látigo de los horarios apretados ¿Cómo acertar?

En España, según el último estudio del Instituto Nacional de Calidad y Evaluación (INCE), más del 70% de los alumnos de Primaria y más del 60% de los de Secundaria están apuntados a extraescolares. Hay unanimidad entre los expertos a la hora de afirmar que son beneficiosas para el desarrollo de los niños -mejoran sus capacidades físicas, su creatividad, complementan la formación de la escuela-, pero esta afirmación va aparejada de una seria advertencia: las extraescolares dejan de ser algo bueno para el niño cuando se convierten en un agobio. Para que esto no ocurra, lo primero es buscar un equilibrio y, sobre todo, estar muy atentos a los indicios que da el pequeño. Luis de la Herrán, psicólogo clínico con más de veinte años de experiencia con pacientes infantiles, indica cuales son las tres señales que nos alertan de que un niño realiza más extraescolares de las que debiera.

1.

No va con ilusión

Puede parecer una perogrullada... ¿Cómo se va a mandar a un niño a una extraescolar si está a disgusto? ¿A quién le cabe en la cabeza? Pues bien, es algo que ocurre. «He conocido casos de chavales que practican, por ejemplo, fútbol federado... y que van como vacas al matadero», indica De la Herrán. Para él, una de las normas básicas para que las extraescolares sean un beneficio y no una carga es los chavales vayan «contentos y con ilusión, con interés por ellos mismos». Si no van muy motivados, hay que pararse a reflexionar si les aporta algo o no.

2.

No le dejan tiempo para aburrirse

Sí, ha leído bien. Los niños tienen que aburrirse. Es un elemento fundamental para su desarrollo. Si se les llena de extraescolares de tal forma que no tengan tiempos muertos para no hacer nada y para entretenerse solos, mal. Hay que reducirlas. «Hasta los 2 ó 3 años no aparece el aburrimiento, luego sí. Y es bueno y deseable. Los niños tienen que aburrirse y frustrarse», advierte el psicólogo. Según explica, si los padres nos esforzamos en 'rellenar' todas las horas del crío para evitarles estas sensaciones, estamos poniendo los pilares de futuros problemas. Estas emociones son «negativas, pero no dañinas -tranquiliza De la Herrán- y les van a hacer fuertes». «La persona adulta que ha vivido momentos negativos y que ha sido capaz de superarlos y de saber que siempre van a estar ahí de vez en cuando es más fuerte», apunta. «En 20 años que llevo trabajando nunca he visto un niño traumatizado por aburrirse», recalca. Por el contrario, lo que sí es frecuente es que la ausencia de aburrimiento en la infancia motive estrés en la edad adulta. Esta defensa del aburrimiento, de los «ratos tontos», no significa que haya que huir de las extraescolares. Se pueden hacer, claro, pero siempre dejando días libres o periodos de tiempo de descanso.

3.

Se queda sin vida doméstica

La 'extraescolar' más barata y más imprescindible es la que permite a los niños hacer cosas con sus padres en casa. Aunque la conciliación entre la vida laboral y familiar no es fácil, es necesario aprovechar esos retales de tiempo que hay para cocinar juntos, fregar, recoger... «A partir de los ocho o nueve años, estas 'extraescolares' deberían ser obligatorias... y son gratis. Además, forman parte de un buen aprendizaje y se evita que los niños crezcan con la sensación de que la casa es una pensión donde se les da todo hecho -comenta De la Herrán-. La familia no es una entidad democrática, pero sí que es necesario hacer cosas en común, porque los beneficios son comunes». Así, con el tiempo compartido en casa pasa como con el aburrimiento, tiene que hacerse un hueco en la vida de los niños.

Guía para acertar

Edad: Aunque hay algunas actividades que se pueden empezar antes -como la natación o el aprendizaje de idiomas-, lo más recomendable es que hasta los seis o siete años no se cargue la agenda con varias extraescolares.

Número de extraescolares: No hay un número 'mágico'. La cantidad adecuada es aquella que permite al niño aburrirse, pasar tiempo en familia y afrontar con ilusión la extraescolar. Unos chavales pueden con más que otros.

¿Cuál elegir? Intentar que le guste al niño y que le aporte algo. Y, sobre todo, que no sea un reflejo de las frustraciones de los padres, de lo que ellos quisieron haber hecho y no pudieron.

No apuntarles para 'cansarles': A veces, en niños muy activos, es hasta contraproducente. Y, cuidado, se puede confundir un niño movido con uno hiperactivo.

¿Le dejo que se apunte y se borre a su antojo?: Hay que darles un margen de libertad, pero a partir de los ocho o nueve años, es necesario hacerles entender que si se apuntan a algo, tiene que existir cierto compromiso y seguir un tiempo, no tirar la toalla a las primeras de cambio o porque un amiguito se borre.

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