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Durante las décadas potentes de la URSS, la energía nuclear era de izquierdas, sobre todo la de la parte oriental del telón de acero. No ... así la de este lado, símbolo de imperialismo yanky. En Alemania Federal los Verdes que montaban barricadas en carreteras y vías de tren contra las centrales atómicas y sus residuos endemoniados. En Alemania Oriental estaba bien lo nuclear, como mandaba Moscú, pero en la Occidental no.
Los Verdes alemanes lograron que la Alemania reunificada decidiera cerrar sus nucleares, lo que les ha acarreado gran dependencia del gas importado de Rusia, encarecimiento y fuertes sobresaltos económicos. Hoy los Verdes pactan gobernar en coalición con los partidos mayoritarios y se desdicen de lo que antaño defendían, empezando por la cuestión nuclear; también por el rearme. Quién lo iba a decir. Viva el pragmatismo.
La energía nuclear no es de derechas ni de izquierdas. Tampoco la eólica o la fotovoltaica. Todas ellas son necesarias y debería primar el pragmatismo, lo más conveniente según lo disponible. Todo menos quedarse a oscuras como el otro día, que a nadie le gusta.
Lo ideal sería vivir del sol, y del viento y la lluvia, que también son fenómenos derivados de la actividad solar. El profesor Luis Merelo lo sintetizaba así: «Sólo hay dos fuentes de energía, la que nos llega de fuera (el sol) y la que viene de dentro de la materia (la atómica), y al final todo es lo mismo, porque todo depende del sol».
Sin embargo la tecnología disponible aún no nos permite fiarnos en exclusiva de los paneles fotovoltaicos y los molinos de viento. Los primeros solo funcionan con luz solar (de día y sin nubes) y los segundos cuando sopla el viento. Son intermitentes. Tenemos ya una enorme capacidad de generación con estas fuentes, hasta el punto de que en muchos momentos excede la demanda, y por eso los precios están cayendo durante muchas horas del día hasta niveles negativos. Ahí hay un nudo gordiano: nada se sostiene si no se gana para seguir marchando.
Todo mejoraría con mayor capacidad de almacenar excedentes de energía renovable, pero no se ha avanzado lo suficiente. Mientras tanto, hace falta equilibrar el sistema con centrales nucleares y de gas, que aporten la estabilidad necesaria. Lo del apagón histórico del otro día podríamos tomarlo como un gran favor, porque seguro que ayuda a entender que las cosas son como son, todavía no como nos gustaría. Aparte de que un apagón así ayuda a valorar cosas olvidadas: conversar con el vecino, leer a la sombra de una higuera, encender la radio de pilas, redescubrir que el dinero sirve para comer cuando no va la tarjeta, tomárselo con calma...
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