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Ahora que se redescubre l'esmorzaret hasta en sitios que extrañaban la urgencia de un bocadillo bien de mañana, hay que recordar que, donde esto ... es costumbre inmemorial, se llama simplemente esmorzar, o almuerzo, y casi que lo de menos es el pan con algo; lo importante es el rito: parar, acudir, reunirse, escudriñar, ver a éste o aquél, enterarse, dotorear... Y ya que estamos... El almuerzo es la excusa.
Para unos puede ser cuestión imperiosa de ingerir, de aplacar hambres, pero para otros no es necesariamente una cita alimenticia, aunque se aproveche para tomar algo. De ahí la emergencia de esa solución transaccional del medio bocadillo, vano intento de aparentar cumplimientos dietéticos del que rehuyen algunos bares: para evitar dudas o equívocos, no dan medios; o bocadillo entero o la mezcla al plato, si es por el pan.
Más que hablar del almuerzo, o de qué has almorzado hoy, en los pueblos y barrios que albergan las raíces de esta tradición, se habla de la hora del almuerzo, como una liturgia. Y, a lo sumo, de dónde suele almorzar Fulano o Mengano. Porque a los bares se va, a la hora del almuerzo, en esa horquilla variable entre las 9 y las 11 de la mañana, a verse y charlar, o en busca de alguien que interesa encontrar por cualquier asunto o negocio.
Siempre cabe acudir al trabajo o casa, pero reunirse con igual propósito en el bar, a la hora del almuerzo, y, si la cortesía obliga, en el tramo del café, lo hace todo más amable y fluido. El propósito se encarrila mejor, adónde va a parar.
El almuerzo es tertulia, infinitamente más que engullir unas olivas y un bocadillo, por apetitoso que sea. Y ahí sí que está la parte cultural de la reunión. Zamparse lo que toque, incluido cacahuet del collaret (made in Arizona) cuesta pocos minutos y no reviste mayores galas, aunque nos dé hoy por ensalzar la cultura de l'esmorzaret. Luego viene lo bueno, sin guión previo. Los amigos o compañeros que se reúnen, no lo hacen solo por la comunión alimenticia, sino por lo que sigue. El bar de costumbre, o el buscado para la ocasión, se convierte en lonja, mercado y gaceta informativa. La moda actual de encumbrar sencillos bocadillos al estrellato gastronómico y cultural se entiende por el salto tremendo desde el simple desayuno, pero no es más que la acertada acogida urbana de lo que ya era ley rural, y obedece sobre todo a la necesidad de concentrar la actividad hostelera en menos horas, por exigencia de la normativa laboral. Pero la moda nos lleva a colas y prisas y se pierde la emoción cultural de la tertulia, porque debemos dejar la mesa, que hay gente esperando. No hay excusa. Para eso, podíamos comprar en el súper y almorzar en el parque.
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