Elisabet desapareció en Cheste, donde vivía, junto a su madre Elvira Martínez Alfaro, que también falleció en la tragedia del 29 de octubre. Ambas se ... dirigían al hotel La Carreta, en la A3, donde trabajaban. En un vídeo que te rompe el corazón, se ve a madre e hija a punto de morir ahogadas, el coche lleno hasta la mitad de un agua que entra como si fuera el Niágara a punto de caer por las vertiginosas cataratas. El vídeo lo grababa Elisabet para enviarlo a su jefe y explicarle la razón por la que iban a llegar tarde. De todas las imágenes que he visto de esta tarde-noche infausta estas son las que más me han hecho sentir la angustia desnuda de la muerte inminente. Oímos a Elisabeth emitir gemidos de puro terror, mientras que la voz de la madre, con tono sereno, sin duda para aportar algo de consuelo ante una muerte cierta, dice algo así como «si diéramos con algún árbol o alguna cosa...».
Hace unas semanas un juzgado de Estados Unidos determinó que no cabía presentar cargos contra una madre que, negligentemente, permitió que su hija pequeña trepara en la cubierta del barco hasta caerse al mar. El padre, que había escuchado el grito de terror de su esposa, se zambulló a los pocos segundos y logró salvar a la pequeña, aunque él sufrió varias lesiones de consideración (el barco era un crucero de lujo Disney, y las estadísticas señalan que son pocos los que se salvan tras una caída desde tan alto). La justicia determinó en este caso que la madre había cometido un «notable error de juicio» permitiendo que su hija se encamara hasta la barandilla, pero que no era constitutivo de delito y la absolvió.
Mazón sabrá lo que hizo el día aciago, pero todos sabemos lo que no hizo: estar en su puesto como capitán de la nave valenciana mientras azotaba un sunami. No es de recibo que mientras se ahoga el pasaje el capitán esté de cháchara en la cantina. Así de sencillo. Eso no es un mero error de juicio; es la ausencia más elemental de lo que implica ser el presidente de un pueblo. Pues aunque él pensara que la situación no era tan grave como para anular una comida, al menos debió prever estar informado a cada momento por si el asunto se volvía más complicado y ocupar su puesto rápidamente. Lo que sí es un 'notable error de juicio' es mantenerse en el cargo una vez todo se había consumado, ocupado en arreglar los desperfectos del barco y compensar a los superviventes. Y que el presidente del partido lo permitiera fue otra pésima decisión, como los hechos de ayer demostraron. Que todo un presidente se vea obligado a soportar en la cara que le llamen «rata cobarde» y «asesino» ante toda España fue un episodio que debió ahorrárselo él y a todos nosotros.
No es de recibo que mientras se ahoga el pasaje el capitán esté de cháchara en la cantina
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