Lo sucedido en el colegio Irlandesas Loreto de Sevilla desafía toda lógica. Me produce estupor el suicidio de Sandra, de 14 años, como consecuencia del ... acoso al que estaba siendo sometida por tres compañeras de clase desde la primavera del curso anterior. A diferencia de otros casos, la chiquilla había buscado ayuda en su familia, no había vivido en soledad el suplicio de la burla, el insulto y la amenaza. La madre se dirigió al centro desde el primer momento, pidiendo que tomaran medidas. Pero la dirección del colegio Irlandesas se negó a activar el protocolo antiacoso, y ni siquiera comunicaron a los profesores del grupo de Sandra lo que estaba sucediendo. Tampoco hablaron con las familias de las acosadoras ni con el orientador escolar. Lo único que hizo fue separar a las acosadoras el curso actual poniéndolas en otro grupo. Pero cualquiera que tenga dos dedos de frente sabe que esa medida es del todo insuficiente, pues la víctima y -en este caso- las agresoras, como no puede ser de otra manera, coinciden durante unos pocos minutos interminables para la acosada en la entrada y salida del colegio, así como en los recreos eternos.
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Me pongo en el lugar de Sandra a comienzos de este curso. Ella les comenta a sus padres que el acoso sigue como el año pasado. La madre pone en tratamiento psicológico a la niña y entrega un informe a la dirección para que tomen medidas, y es entonces cuando las separan. Pero nada más. La niña día a día va sufriendo un calvario; ella es popular, tiene amigos, su familia la quiere y la protege. Pero en su mente nada de eso cuenta, porque en algunos niños la angustia es tan grande que cierra su imaginación ante cualquier posible salida y, finalmente comprende que solo hallará la paz si acaba con su propia vida. ¿Cómo explicar esa inacción del centro? ¿En qué mundo vive la dirección de ese colegio? ¿Han estado hibernados los últimos 20 años, desde que el suicidio de Jokin -también de 14 años- sacudió a la opinión pública en 2004? En este tiempo el problema del bullying ha sido objeto de muchos estudios y congresos científicos de psicología escolar, existen variados programas para combatirlos, y hay una ingente información en foros de internet y en papel acerca de cómo tratar estos casos antes de que se produzca un daño irreparable. ¿Por qué entonces no tomó ninguna medida el centro? Se me ocurren dos posibilidades, y ninguna es buena. La primera es que la dirección tuviera la idea obsoleta de que esto son «cosas de chicos», que han pasado siempre, y que en realidad no suponen ningún problema grave para el que sufre el acoso. La segunda es peor, porque en ese negar el auxilio veo un acto de maldad. En ambos casos, imperdonable.
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