Con apellidos valencianos

Antes de empezar a exigir ejemplaridad en el vecino hay que tener las alfombras limpias, aunque solo sea por decencia y respeto a la ciudadanía que ha llegado a unos niveles de hartazgo difícilmente retornables, a pie de acera, esa a la que tanto les cuesta acercarse a nuestros políticos, no les va lo de las olimpiadas de la corrupción, el «y tú más» tan escuchado como poco efectivo.

Con la incorporación de Torró, junto con Diana Morant y Pilar Bernabé, son tres las mujeres valencianas que liderarán el camino que resta hasta los nuevos comicios, que, salvo adelanto electoral, ya rebasado el ecuador de la legislatura, restan menos de dos años.

Con esto se abre el eterno dilema de la territorialidad y la petición, lícita, por supuesto, de la exigencia de la sociedad civil valenciana de verse no precisamente beneficiada pero sí, al menos, no seguir al final de la cola.

Y, sí, hablamos de financiación, porque no nos equivoquemos estamos todos en el mismo barco para generar riqueza y crear empleo, y, como no, disponer de servicios óptimos, especialmente en materia de salud y educación. El problema llega cuando la parte de la administración pública tiene sus remos atados al ancla y las empresas empiezan a remar incluso a contracorriente.

Nos queda la expectativa, no hay dos sin tres, mujeres a las cabezas a las que se les exigirán resultados, regeneración democrática como guía, equilibrio en el trato autonómico, para no seguir discriminando a esta tierra a la que pertenecen y que exigirá con un tono más alto, si cabe.

Momento de demostrar que se está a la altura de las circunstancias, y, el primer paso es la reconstrucción, desde la cooperación, esa que, hasta el momento ha estado ausente, y que tan necesaria resulta.

Visto lo visto este fin de semana todo a punta a que la cuenta atrás a empezados, el botón rojo está preparado, y toca no correr, volar, para llegar a la meta con dignidad, y ésta pasa por demostrar que Valencia está en el centro de la agenda estatal.