El año del luto
Hoy se cumple el primer aniversario de aquel fatídico día 29 de octubre de 2024 cuando el poble valencià sufrió una de las mayores catástrofes ... de nuestra historia.
Sin acceso al correo electrónico desde el que mando mis artículos a este periódico, fue la aplicación de mensajería instantánea, whatsapp, la que me permitió mandar el que llevaba como titular 'La meua Ribera', escrito cuando era completamente ajena a la devastación que horas más tarde llegaría.
Ha pasado un año, el año del duelo, en el recuerdo, siempre, aquellos momentos de incertidumbre, y de aislamiento, sin luz, sin agua, y una ya primera necesidades que es la conexión telefónica y el acceso a internet, sin lo que ya parece que no podemos vivir, porque, en definitiva, es lo que nos mantiene unidos con los seres queridos que se encuentran en la distancia y que a golpe de click reciben un «estamos todos bien» y el corazón empieza a respirar.
Lo que todavía parece que se encuentra en el cajón de la espera son las obras hídricas
Doce meses después, con la reconstrucción en porcentajes de recuperación ya cumplidos en tiempo récord, todavía queda camino por andar hacia la normalización, el dolor se va transformando en acción de emprendimiento, sobretodo por salud mental, de la que sí también es necesario hablar, tratar y sanar.
Pero lo que todavía parece que se encuentra en el cajón de la espera son las obras hídricas, esos proyectos que ya eran parte del olvido desde hacía décadas y que vieron la luz de los medios de comunicación tras la desgracia, para sonrojar a los responsables de su ejecución que en su momento más pesaron en la decisión de iniciar el abordaje los costes económicos que las vidas humanas que sí podrían haberse salvado, porque, lo que es indudable es que la prevención es protección.
Centrados en recuperar los enseres más personales, los hogares, los comercios y empresas, teniendo siempre en la memoria a las víctimas, es también el tiempo de la reivindicación, de exigir lo que nos corresponde, por dignidad, es la suma de los agravios que sufrimos en una autonomía castigada por la infrafinanciación y con una deuda impropia generada precisamente por un sistema de financiación caduco.
A los mantras valencianos le sumamos las presas o análogas y actualizadas obras que las nuevas tecnologías bien podrían agilizar con una voluntad política a la altura que las valencianas y los valencianos nos merecemos.
Mi artículo de hoy, día del primer aniversario de la dana que azotó mi tierra, más allá de La Ribera, dedicado a las víctimas, a sus familiares y amigos, a todos los que sufrimos, en mayor o menor medida las consecuencias de la catástrofe, y, además, como se adelanta en las líneas anteriores también de reivindicación y exigencia, porque el dolor no puede cejar la valía del poble valencià.
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