El dolor físico es terrible. Esa espalda que gime, esa rodilla que cruje, ese intestino rebelde de escaso tránsito, esos nudillos que chirrían, en fin... ... El dolor físico necesita analgésicos, resignación, paciencia y cariño de parte de los demás, porque el resto nunca entiende el dolor físico salvo cuando a ellos el dardo doloroso les causa sufrimiento. Vivir con dolor es un asco. Nadie debería de vivir así, pero nuestras carcasas responden al transcurrir de los años y el óxido empapa nuestros huesos.
Luego existe otro dolor que, sin ser físico, actúa como la carcoma porque te machaca la intimidad, el interior, el alma, no sé si me entienden. Ese dolor íntimo puede surgir cuando percibes que has hecho el panolí, el tonto, el tolai, el pardelas. Te han tomado el pelo, mucho, y eso, ay amigo, duele una barbaridad porque te creías muy listo y te la has comido con patatas, ketchup y mostaza. Cuentan que los gerifaltes del Psoe, con Sánchez a la cabeza, andan conmocionados y en estado de puro shock tras la entrullada de Santos Cerdán, «supersantoscerdán» según Zapatero, el hombre de la Alianza de las Civilizaciones que se pavonea por ahí en plan gran estadista. Pero entiendo a los gerifaltes del socialismo. Cuando emiten las imágenes de apenas hace unas semanas en las cuales defienden con uñas y dientes a don Santos, comprendo que se sientan abochornados. La de piropos que le lanzaban, oye. «Menuda inventada», pronunció Sánchez la mar de campanudo cuando Aldama comenzó a piar. Pues parece que no, que Aldama se basaba en los hechos de los chanchullos y que el secretario de organización mantenía una vida clandestina y harto productiva. El sanchismo anda inundado de verdadero dolor porque hicieron el canelo, y eso acuchilla la sesera. Y de manos quemadas, socarradas, andan pletóricos. Unen dolor físico y personal. Qué desastre.
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