Salud mental
Según observo, la mayoría de la gente que me rodea, incluyo a la parentela, las amistades y los compañeros de trabajo, luce una sesera que ... va desde las suaves manías cargadas de extravagancias hasta una majadería radical que les provoca ataques de ira y de otros tipos. Quiero decir que personas normales, lo que se dice normales, apenas conozco. Supongo que esto se debe a los tiempos modernos, aunque sospecho que esto siempre fue así, sólo que nosotros no estábamos allí para comprobarlo. El personal patina y derrapa que es un primor. Por supuesto, yo no me libro. Digamos que somos funambulistas con una salud mental tirando a precaria. Pero, por suerte, aherrojamos nuestra larvada chaladura y disimulamos para que no nos encierren.
Me sorprende, en cualquier caso, la cantidad de celebridades que, de repente, confiesan padecer o haber padecido problemas de salud mental. Actores, cantantes y, en fin, faranduleros ocasionales. Actualmente, queda estupendo susurrar que ellos, pese a sus dineros y a su fama, sufren (desde luego no en silencio), y conocieron los abismos infernales de los que pudieron salir casi de milagro y con mucha terapia, aunque ignoro si por la parte de profesionales o gracias a los repugnantes manuales de autoayuda. Está de moda, pues, lucir un pasado que mantenían en secreto donde ellos vivían llorosos en sus magnas moradas, frente a la piscina. Pobrecillos. Desconfío de semejantes sufrimientos, pero eso no importa, lo que importa es que frivolizan los duros y severos problemas mentales de los que padecen esquizofrenia o trastorno bipolar. Ellos son simples caprichosos de melodías infectas para seducir catorceañeros o actores de medio pelo que buscan el reconocimiento de ese público sin paladar debido a su tontiloca juventud. Ninguno de los que confesó su dolor ha renunciado a su carrera. Por algo será.
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