La prosa nutre
No me gustaría parecer repelente o pedante, pero creo que, cuando te acostumbras a leer desde pequeño porque alguien te inyectó el virus de la ... prosa (mis padres) como una forma de placer y entretenimiento, no sólo tu personalidad bascula, creo o quiero creer, hacia la tolerancia, sino que además, en general, te resulta imposible participar en fechorías. Leer desarrolla la imaginación, te descubre otros mundos y, además, te concede una suerte de bonhomía individualista que te permite abrazar la máxima del «vive y deja vivir».
Las lecturas te permiten escapar con los forajidos del salvaje oeste que atracan un banco, viajar hasta la luna, cercenar cabezas de malvados caníbales a bordo de barcos piratas y enamorarte hasta la perdición de las mujeres peligrosas de las novelas negras. Y, con todo eso, das rienda suelta, supongo, a las posibles tentaciones de la vida real. La ficción te desfoga. Los que disfrutamos con la bellaquerías de la literatura, luego, en la rutina cotidiana militamos en el bando soso y morigerado. Somos unas pacíficas sepias y matar incluso una mosca zumbona nos espanta. Pobrecita. Mi amiga Silvia, gran lectora, incluso rescata a las avispas asesinas a punto de perecer ahogadas en su piscina. Sospecho que, si entre la banda del 'Peugeot' hubiesen acumulado tres o cuatro lecturas nutritivas, no habrían incurrido (al menos tres de ellos) en tantos desacatos. Basta verlos para observar que los libros no les interesan, más bien les espantan. La cultura, en fin, otorga otra mirada, otra sensibilidad, y estas mercedes impiden hundir las narices en ciertas trapacerías. Toda la gente culta que he conocido destacaba por su bondad, por su capacidad para el diálogo y entender al otro. No soy mejor que usted por leer una o dos horas al día, claro que no, pero hacerlo me ayuda a ser mejor persona. Estoy seguro.
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