Secciones
Servicios
Destacamos
Hace apenas una semana tuve ocasión de compartir micrófono con Javier Cercas. Acudió hasta Valencia para presentar su nuevo libro, donde narraba el viaje que ... compartió con el Papa y su séquito hacia Mongolia. Cercas se incrustó no en 'Los sótanos del Vaticano', como nos legó André Gide, sino en la rebotica del Vaticano. Nos comentó, el escritor, que el papa Francisco andaba empeñado en dar voz a los desahuciados, a los desesperados, a los desfavorecidos, en definitiva, a los olvidados, y que esto, junto a la tarea de los misioneros en tierras hostiles donde silban las balas de los guerrilleros y los mercenarios, es lo que más le impresionó.
En ramalazos así uno observa la aguda, profunda inteligencia de la Iglesia. Tras Ratzinger, un Papa filósofo, una cumbre del pensamiento teológico, un hombre de vasta cultura, llegó Francisco con otro mensaje, preparado para cumplir otra labor. Si con Ratzinger la Iglesia alcanzó cotas de hondura rotunda, con Francisco, precisamente, indicaron que la Iglesia no pertenece en exclusiva a los burgueses del lado carcamal, ni al beaterío recalcitrante, ni a los puristas que se sienten tocados por Dios porque creen que jamás cometen ni siquiera un pequeño pecado. Francisco remató la tarea iniciada por Ratzinger, o sea arrinconar y castigar a los pederastas que, abusando de su poder, corroídos por el vicio y la hipocresía, tanto daño han causado al mundo católico y a la sociedad en general. Además, inició una apertura que, aunque no comprendida por todos, era harto necesaria porque convenía ventilar las, en ocasiones, espesas y sobrecargadas atmósferas de los templos con un excesivo tufo a faldón de sacristán metomentodo. Intuyó, con acierto, este Papa que se nos ha marchado justo en unas fechas clave para el recogimiento místico, que corrían nuevos tiempos y que la Iglesia no podía quedarse anclada en un pasado demasiado pomposo. Recordaremos su labor pastoral, sus viajes y sus anhelos por integrar bajo la cruz a colectivos hasta ahora marginados. No podemos afirmar que con España mantuviese una relación idílica, pues nadie, ni siquiera él, es perfecto, pero reconocemos que escogió el camino difícil para atraer a los que se sienten orillados. Al fin y al cabo, España representa un suelo ya conquistado y se trataba de prestar atención a los exiliados. Descanse en paz.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Destacados
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.