Moda capilar
Procura uno vigilar de cerca el resbaladizo punto que nos sale de vez en cuando a los viejunos y que se resume en el mantra ... de «todo tiempo pasado fue mejor». Primero porque no es verdad, y segundo porque entiendo que, simplemente, gastábamos insolente juventud y tendemos a mitificar el pasado. Claro que, luego observo algunos asuntitos y me huele que, en ocasiones, en ciertos aspectos sí hemos cambiado. A peor, me parece.
Por ejemplo, sospecho que hoy la mocedad no busca el individualismo que nos permitía destacar sobre el otro en cuanto a moloneo. Se diría que les gusta beber de las mismas fuentes. Lo que uno hasta ahora llamaba «pelo brócoli» resulta que, en lenguaje técnico-fino se denomina «curly undercut». El chaval que ha puesto en órbita esta moda capilar es el futbolista Lamine Yamal. Los demás, le imitan. Si a esto le añadimos que casi todos, salvo excepciones, escuchan las mismas melodías, constato que, al menos, antaño existía mayor variedad. Si gracias al túnel del tiempo nos largamos a los tiempos punkis, los cortes capilares, según la densidad de la pelambrera, iban desde el rollo a lo último mohicano hasta el encrespado radical como si hubieses sufrido un calambrazo tremendo. Además, el personal se arracimaba según su tribu, y cada una de ellas disfrutaba de su música. Punks, skins, jevis, siniestros, mods, rockers... Cada clan lucía su ropa, su lenguaje, sus preferencias y, en definitiva, sus colores de guerra. Quizá ahora el abanico melódico se ciñe al reguetón y sus derivados nasales, y la cabellera anhela el veganismo del pelo brócoli antes mencionado. Y con eso, pues se apañan. Supongo que les encanta formar parte de la masa porque ahí se sienten reconfortados. ¿Buscar cierta originalidad? Calla calla, no sea que les explote la cabeza ante el esfuerzo y entonces peinen como aquel Kojak del chupachups.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión