Jurado popular
Nunca oculté que el jurado popular me provoca profundo repelús. Que te juzgue el prójimo sin tener ni zorra idea de las leyes me causa ... pavor. Si algún día cometo una fechoría, cosa que a estas alturas dudo, por favor, que me pongan ante un severo profesional de la toga y, a ser posible, con muchos trienios acumulados. Pero nos vendieron, desde la izquierda, como siempre, que el jurado popular no era sino maravilloso triunfo de la democracia y ese derecho universal que suprime las clases sociales, acaso las castas. El pueblo salva al pueblo, el pueblo juzga al pueblo y bla-bla-bla. Charlatanería hueca propia de mentes simples que se tragan la papilla que les manipula.
De un jurado popular a la justicia popular, sólo existe un breve trecho, y la justicia popular ha destrozado más vidas que Charles Bronson en toda su justiciera filmografía. La justicia popular fertilizó a los cafres sedientos de sangre del comunismo que masacraban sin sentido y por las bravas al prójimo. Lo popular, incluida la cultura popular y la sabiduría popular, siempre a cierta distancia, por si las moscas. Parece que a Begoña Gómez, la esposísima, no le complace demasiado sentarse ante un jurado popular, si es que esta situación se produce. En esto uno detecta enorme coherencia que se ciñe a lo habitual, o sea entre predicar y luego ofrecer ejemplo de primera mano. Sanidad pública para todos, faltaría, pero luego, si soy de izquierdas y me lo puedo permitir, ante una tecla que chincha mi osamenta me largo a la sanidad privada que así chupo menos cola. Educación pública para todos, cómo no, salvo para mis hijos, pues si soy nacionalista furioso que defiende la lengua de mi territorio o conocido izquierdista radical, entonces les matriculo en un colegio de lujo donde prima el inglés que utilizarán en el futuro. Jurado popular sí, pero para los otros.
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