Gente honrada
En este océano de chanchullos, intentos de chantaje tan de novela de Ellroy, posibles extorsiones sentimentales de baja estofa, enchufes apocalípticos, juegos sucios, turbulencias de ... cloacas, batracios que chapotean en el légamo de la miseria moral y arrebatos que lindan con la delincuencia más atroz, creo que no le hemos prestado la atención necesaria a un rayo de honradez que nos ha sorprendido. Es verdad que, lo llamativo siempre se emparenta con el lado malvado de la vida, y eso vende porque alimenta nuestros morbos. Pero no olvidemos que, mientras exista gente honrada, no todo está perdido.
Me refiero a la supervisora de Jessi, la sobrinísima de quienes ustedes ya saben. La que cobraba sin sentarse en la silla de su puesto laboral. La que moraba en un pisazo que le sufragaban graciosamente, que el problema de la vivienda a ella no le afectaba. Encontramos en la declaración de esta supervisora, por fin, a una persona que cumplió con su deber y que informó a sus superiores del desacato. Se coscó del destarifo. Avisó. Advirtió. Insistió. Que la Jessi no viene a currar, les susurraba. Que esto huele fatal, les murmuraba. La respuesta que obtuvo indica hasta qué punto los opulentos mandamases se sienten impunes y desprecian la legalidad. Le contestaron que no husmease en el asunto, que mirase hacia otra parte, que no se metiese en ese jardín. Tremendo. Si todavía contamos con ciertas garantías esto se debe a las decenas de miles de funcionarios honrados, a los jueces independientes que están amenazados severamente si prospera la peligrosísima reforma demencial que pretende fabricar Bolaños y a los cuerpos de elite como notarios, diplomáticos, abogados del estado, registradores y etc. Lo normal es que los empleados públicos actúen con decencia. Pero los indecentes se están adueñando del cotarro y no lo podemos permitir.
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