Estamos tropicalizados como el aquel selvático sombrero de Carmen Miranda, un tocado imposible similar a la frutería de ese paquistaní que abre incluso los domingos. ... Nuestro mediterráneo luce tropicalizado y cualquier día, con estos atroces calores, brotan sobre la arena playera cocoteros caribeños como los de ultramar. Pero no sólo la naturaleza se tropicaliza, algunos cuerpos de ciertos paisanos son puro, ardiente trópico, y esto no es un homenaje a Henry Miller.
Mucho trópico se conoce que acumulaban los huesos de Ábalos. Según 'Ok Diario', nuestro paisano ha declarado que en este país lo de fornifollar se perdona menos que el robar. Quizá este elevado pensamiento responda a una defensa ante su pérdida de credibilidad entre el respetable. Quizá. Pero cree uno que, en general, aquí, y sobre todo en estas zonas de sensualidad marinera, los asuntos íntimos de refriegas masajísticas se perdonan bastante, como por otra parte
no podía ser de otra manera. Aquí, me temo, y me alegro, nos importa un bledo con quien yace en actitud cariñosa el prójimo. Allá cada cual con sus manías, con sus éxitos de alcoba o con sus derrotas de lechos vacíos. Siempre he sospechado que nos caracteriza la tolerancia. Usted puede funcionar a vela y a vapor, con tercetos de cuerda o en la soledad absoluta, como prefiera y le parezca, pero intuyo que el resto ni siente envidias ni sufre ataques de ira. Claro que, nuestro caracter tiende hacia la socarronería. Por eso, cuando alguien se declara «socialista y feminista», pero luego se comprueba que ni era muy socialista, salvo para sus beneficios, ni demasiado feminista porque se refiere a las mujeres desde la grosería más chabacana, nos tronchamos. Si el personal disfruta con sus andanzas húmedas, pues encantados de la vida. Ahora, que robe de nuestros impuestos, hombre, eso sí es imperdonable.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.