Alta temperatura cultural

El jueves 24 se inaugurará en los Viveros la 60ª Fira del Llibre de València (hasta el 4 de mayo), con tres homenajes: el 'Premi Emergent' para Bibiana Collado; el Premi Trajectòria en valencià a Raquel Ricart, y el 'Premi Trajectòria en castellà' a Manuel Vicent). En la Fira todas las compras tienen un 10% de descuento. Para regalar a mis amigos o para mí compraré varios libros ('L'anell del nibelung', de Amadeu Fabregat; 'El jo que no mor', de Ferran Torrent; 'El mejor cuento del mundo', de Vicente Muñoz Puelles; 'El caso Brasillach', de Alice Kaplan y 'Mi vida en los objetos', de Miquel Martínez).

Ese mismo día proseguirá en nuestra ciudad la alta temperatura cultural (ojalá dure la fiebre): en la tarde-noche, en una gala que se celebrará en el Teatro Principal de Valencia se entregarán los galardones de la primera edición de los Premios de la Casa del Artista, Fundación que preside Clara Esmeralda.

Preguntando aquí y allá -preguntar es el pilar fundamental del periodismo- he sabido quiénes serán los galardonados en estos primeros premios de la solidaria Fundación Casa del Artista: Premio Valencia Bonita: Archival; Premio Pionero, Miguel Brass; Premio Joven Promesa, Edu Sánchez; Premio Comunicación, Pere Valenciano; Premio Amigos del Teatro, familia Fayos; Premio Simpatizante, Tomás López Benítez; Premio Representante, Julián Cano; actuación de María Jesús y su acordeón; Premio Honorífico, Rosita Amores; Premio Moda, Enrique Marzal; Premio Teatro, Carles Castillo; Premio Música, Yaco Lara y Luis A. Martínez; Premio 'Toda una vida'; Luis Lucena.

Sumándome a esta efervescencia cultural me fui a la Malvarrosa para ver el mar y hablar 'largo y rendido' con una amiga de Facebook (apenas nos conocíamos personalmente) cuyo nombre es el más bonito de la ciudad: Ana Dolores La Rosa Heredia. Nacida en los 60, Ana Dolores, voraz lectora y ajena a toda pedantería, es una estimulante interlocutora. Comimos muy bien en Las Carabelas: varios entrantes, arroz del 'senyoret', cerveza y café: 24 euros cada uno.

En la sobremesa me propuso Ana un juego cultural -tonalidad, por coherencia, obligada en estos días- consistente en dar la vuelta a poderosos aforismos. Más que ir contra ellos se trataba de matizarlos y en algún caso de completarlos. «Haz el bien sin mirar a quién», dijo Ana. Mi turno: «Haz el bien, pero mira a quién». Ana no estaba de acuerdo: «El bien hay que hacerlo siempre». Busqué una alternativa pactada: «Hay que hacer el bien, pero hay que hacerlo bien».

Ana dio su aprobación. Era su turno. Leyó la frase anotada en un sobrecito de azúcar: «Sabio es aquel que no presume de lo que sabe, sino el que conoce y comparte su conocimiento con los demás» (Silvia Orihuela). «Es normal que el sabio presuma de lo que sabe: ser un poco vanidoso es humano, muy humano», objeté. Ana discrepó: «No me gustan las personas presumidas». Al levantarnos de la mesa brindamos, de mutuo acuerdo, por la cultura mediterránea.