Cuando todo vale
Los que hoy, con razón, se escandalizan al ver publicados los mensajes de Sánchez recibieron con indisimulado alborozo el famoso «Luis, sé fuerte»
Andan el socialismo gobernante, sus terminales mediáticas y los opinadores/tuiteros/tertulianos/presentadores/famosos y resto de gentes de malvivir del régimen escandalizados con la ... publicación de los mensajes de Whatsapp de Pedro Sánchez con José Luis Ábalos. Y con razón. Se están traspasando todos los límites, no se respeta nada, ¿a dónde vamos a llegar?, se preguntan, con esa retórica un tanto viejuna -y que, como es lógico me encanta- que recuerda tiempos pasados. El material es informativamente relevante -y, admitámoslo, delicioso-, por lo que hay que felicitar a El Mundo por la exclusiva. Lo que no tiene, al menos de momento, es trascendencia penal, más allá del apoyo que muestra a su ex (ex mano derecha, ex secretario de Organización, ex ministro, ex chico para todo) cuando las cosas se empiezan a torcer. Digo que con razón porque no es admisible que en un Estado de derecho, en una democracia avanzada, puedan filtrarse conversaciones privadas de dos dirigentes políticos. Pero el problema, queridos amigos del socialismo gobernante, de sus terminales mediática, así como opinadores/tuiteros/tertulianos/presentadores/famosos y resto de gentes de malvivir del régimen, es que las reglas del juego no se han roto ahora, aunque es ahora cuando a vosotros os molesta. El «»Buenos días, José Luis (...) Te escribo para trasladarte mi solidaridad ante los infundios que, por desgracia, estamos viendo en los medios. Un abrazo. Pedro» no es muy diferente de aquel famoso «Luis, sé fuerte» de Rajoy a Bárcenas. Que entonces, queridos todos, gobernantes, terminales mediática y compañía (por abreviar), os pareció periodismo de investigación del bueno, una joya, la bala de plata, la declaración que demostraba la connivencia del líder popular con la supuesta trama corrupta. Es lo que tiene la doble vara de medir, que se os pilla con tanta facilidad que hasta da apuro dejar al aire vuestras vergüenzas. No, claro que no hay límites. No los hay desde que se pueden utilizar las tragedias -sean atentados terroristas, accidentes del metro o danas- para tratar de desprestigiar al que manda y ocupar su lugar. O desde que se recurre a la mentira y la propaganda falsa para hundir el prestigio y el honor de un mandatario. Os habéis valido de una manipulación -bien urdida pero manipulación- para montar una moción de censura y sortear así el veredicto de las urnas y ahora os escandalizáis por la publicación de unos mensajes privados. A mí, lo que me escandaliza es vuestro escándalo. Lo vuestro no es la estulticia, como diría Sánchez, sino pura necedad.
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