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Hace años hubiéramos dicho que ponen un circo y les crecen los enanos, una frase muy típica de José María García, pero ahora no se ... puede decir enanos ni ancianos ni cojos sino personas de talla pequeña, personas mayores y personas de movilidad reducida. Por no hablar de que en los circos ya no hay ni enanos ni personas de talla pequeña ni animales, aunque ese es otro tema. El caso es que tanto el PPCV, es decir, la versión regional del PP, como el PSPV, que es la marca socialista en la Comunitat (así, en valenciano, gentileza de la etapa Camps) están gafados. Los unos, porque no saben cómo salir del embrollo Mazón. Las posibles alternativas no lo son porque no tienen la condición de diputados. Y la opción en la que todo el mundo piensa es una mala opción, aunque seguramente sea la única, porque supone desvestir un santo (el Ayuntamiento de Valencia) para vestir a otro (la Generalitat). Con lo que volvemos al punto de partida: ¿a quién ponemos en la Alcaldía? Pero esto ya es sabido, en Valencia y en Madrid, donde igual están tan callados porque miran al banquillo valenciano y piensan como Rafa Benítez en su etapa final en Mestalla, cuando tras los fichajes de Oliveira y de Canobbio, que él no quería, soltó aquello de «he pedido un sofá y me traen una lámpara»... Lo que añade el componente de esperpento a la valenciana -además de la reaparición de José Luis Bayo- es la participación del antes citado Paco Camps, impulsado por un grupo de seguidores como el Jaume I del siglo XXI que va a devolver al PP a la etapa dorada de las mayorías absolutas. Como si no hubiera pasado el tiempo. Y en el caso del PSPV... ¡ay el PSPV! Enzarzado en una lucha fratricida por la dirección de una de sus provincias y tras un congreso «nacional» (en el PSOE ocurre que cada organización territorial es «nacional» por lo que cabe suponer que la Comunitat Valenciana -en valenciano, gentileza de la etapa Camps, la de las mayorías absolutas- debe de ser una nación, y yo sin saberlo) que encumbró a una líder que no está mientras desde Madrid y desde el equipo de opinión sincronizada se promociona a la que sí que está pero no es. Menudo lío. Así que esto es lo que hay a un lado y al otro del río, que diría Daniel Ramírez García-Mina. En la orilla derecha y en la orilla izquierda. Parecen especialistas en complicarse la vida, en añadir incertidumbres, en marearlo todo. Habrá que recordar una vez más al gran Di Stefano y su bronca a un guardameta que había cometido una frivolidad que casi le cuesta un gol al Valencia: «No te pido que atajes las que vayan dentro, pero por lo menos no te metas las que vayan fuera».
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