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El billete de vuelta desde Madrid me ha costado 11 euros. Con Iryo. Lo siento, Óscar Puente, se llama oferta y demanda, economía de libre ... mercado. El tren va casi lleno y en mi vagón, el 8, viaja un grupo de señoras mayores de edad indefinida pero que evidentemente ya no están en su etapa laboral. Animosas y un poco ruidosas, nada fuera de lo habitual en un país que vive a más decibelios de lo que aconseja el buen gusto y el sentido común. Y al fin y al cabo son mucho peores los que y las que te invitan a sus vídeos, canciones, mensajes y conversaciones del móvil. Además, nunca pillo una que me interese, una de Jéssica con Ábalos, por ejemplo, o de Leire Díez, la fontanera. El grupo de mujeres va a Valencia a hacer turismo y una de ellas, que parece la más enterada, les cuenta novedades o misterios gastronómicos de la capital del Turia (esto de la capital del Turia siempre me ha parecido una ridiculez y una cursilada pero es por cumplir con las normas periodísticas y no repetir Valencia una y otra vez). Así que tras desmenuzar los ingredientes de las paellas ingeridas en sus últimas visitas les cuenta que lo que a ella le gusta es el arroz al horno, que se hace, ojo al dato, «con los restos del cocido». Desde mi asiento estoy a punto de saltar, gritar ¡nooooooo! y rectificar a la marisabidilla pero me lo pienso y me digo,¿a dónde vas tú?, quédate quieto ahí. Con la mención al cocido hay otra del grupo que saca a colación el maragato, que es propio de una comarca de León pero que yo (ella, quiero decir), he comido en tal o cual sitio... «¿Ah. sí?», pregunta otra, «oye, ¿y qué tal es León? Yo no lo conozco». León, responde la del maragato, es una maravilla, merece la pena visitarlo. «Y Cuenca», apunta una tercera cuando estamos a punto de llegar a la estación Fernando Zóbel. «Y Ciudad Real también tiene sus cosas», tercia otra más. Y así, mientras el AVE, digo el Iryo (chúpate ésa, Óscar Puente) circula a 300 por hora, van repasando las capitales de Castilla la Nueva y la Vieja, o Castilla-La Mancha y Castilla y León, por ajustarnos a la nomenclatura autonómica y no a la que estudié en la EGB. Y yo pienso, pues qué bien, se lo van a ver todo, tan ricamente, tan animosas y tan comedidamente ruidosas. Y van a degustar en Valencia arroz al horno que se hace «con los restos del cocido» (a ese que no me inviten), y en León, cocido maragato (a este sí). Pero lo único que me pregunto, la duda que me asalta ante este festival turístico y gastronómico por la rica geografía española es si estas mujeres serán de las que luego salen a manifestarse contra la masificación turística de las ciudades. Que todo puede ser.
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