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Habla Josep Vicent Boira en la nueva edición de su libro 'València. La ciudad' de «el éxito del ensanche» y, en contraposición, de «el fracaso ... de la reforma interior». Una vez derribadas las murallas -operación que se inicia en 1865-, sobre el casco histórico se dibujan avenidas rectilíneas que no tienen en cuenta ni el trazado preexistente ni sus características arquitectónicas. Eran otros tiempos, otra sensibilidad (o ninguna sensibilidad). Tanto la avenida del Oeste como la calle de la Paz son actuaciones incompletas (afortunadamente) porque sobre los planos debían continuar hasta enlazar con la plaza del Portal Nou, la primera, y con las torres de Quart, la segunda, arrasando todo a su paso. Y sin embargo, con estilos diferentes, hoy son apreciadas como dos de las vías más emblemáticas de Valencia. Especialmente la calle de la Paz, exponente de un modernismo desbordante en las fachadas de sus edificios pero que no se ve acompañado por un diseño urbano que haga honor a semejante festival de la arquitectura. También la avenida del Oeste es distinguible desde el punto de vista estético, es decir, olvidándonos de la enorme cicatriz que abrió en los barrios del Mercat y de Velluters, y de cómo contribuyó a la degradación de este último. Si la Paz es una exposición permanente de modernismo, en la antigua avenida del Barón de Cárcer encontramos un muestrario de racionalismo. En lo que no se diferencia es en un diseño urbano fallido que reclama a gritos una reordenación. Y que por fin parece que va a llegar. El Ayuntamiento tramita un proyecto -que esta semana ha presentado a los comerciantes y a las asociaciones ciudadanas de los barrios afectados- de reurbanización de la plaza de San Agustín, la calle de San Vicente (entre este enclave y la plaza de España) y la avenida del Oeste. Con aceras más anchas, un único carril de circulación por sentido, más arbolado y, en definitiva, una concepción más a la medida del hombre y menos pensado en el automóvil. Una gran oportunidad para un eje clásico que, sin embargo, se ha visto en algunas épocas contaminado por la cercanía de «el chino», lo que impregnaba algunos de sus tramos de un ambiente espeso que aún se puede apreciar en determinados puntos. La conclusión de los trabajos de rehabilitación de los Santos Juanes y el inicio de la construcción del hotel de lujo en la calle Eixarchs, junto al enorme potencial del Mercado Central, pueden hacer de esta vía -desafortunada en su origen, siguiendo el razonamiento de Boira- un foco de actividad comercial, cultural y lúdica, ciudadana y turística.
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