Si ves salir a la portavoz de Bildu en el Congreso de los diputados, Mertxe Aizpurua, y no se te revuelven las tripas al escucharla ... hablar desde la tribuna y alertar sobre los peligros del fascismo («Fascistas en Gasteiz, ultras en la Universidad de Barcelona, cacerías nazis en Torre Pacheco, franquistas en Ferraz, neofascistas, encapuchados amenazando en vídeos y matones ultras desahuciando») es que o eres muy joven o no quieres hacer memoria. Te la refresco o te informo: la tal Mertxe Aizpurua es una periodista (¿entiendes ahora que no sea nada corporativo?) que en 1997 trabajaba en el diario 'Egin', considerado como el órgano oficioso de ETA. Vamos, el medio de expresión de los asesinos. Periódico, por cierto, que fue clausurado en 1998 por orden del entonces juez Baltasar Garzón, antes de convertirse en el abogado Baltasar Garzón (tras ser expulsado de la carrera judicial) y abrazar el ideario de la extrema izquierda antisistema. La fecha de 1997 es importante porque la hoy parlamentaria de Bildu estaba en el equipo directivo de la redacción que el 1 de julio decidió que la portada del día siguiente llevara uno de los titulares más infames e inhumanos de la historia del periodismo mundial: «Ortega Lara vuelve a la cárcel». La Guardia Civil había liberado al funcionario de prisiones tras permanecer encerrado 532 días en un zulo inmundo. Al volver a contemplar aquella primera página, a cualquier persona con un mínimo de decencia le entrarían arcadas. Pero sigamos haciendo memoria. El jueves vi el segundo capítulo de la serie documental 'La última llamada', que repasa la etapa de gobierno de los cuatro ex presidentes vivos: Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. Ese segundo capítulo es el dedicado a Aznar y buena parte del mismo se centra en el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco, también en 1997. Una acción terrorista que conmocionó a la sociedad española pero que a su vez provocó una movilización transversal e intergeneracional nunca vista, esperanzadora. Incluso, a pesar del drama que se vivía, ilusionante. Un clamor contra ETA y sus métodos mafiosos. El desenlace, terrible pero previsible sabiendo en manos de quien estaba, es de sobra conocido, dos tiros en la cabeza que no mataron en el acto al concejal del PP de Ermua, que falleció a las pocas horas de ser encontrado su cuerpo. ¿Sabes cuál fue el titular del día después del diario en el que trabajaba -tal vez sería más correcto decir militaba- Aizpurua? «El edil del PP apareció con dos disparos». Apareció... Más incredulidad, más náuseas, más asco. Esto, insisto, sería lo normal, lo esperable en cualquier hombre o mujer de bien, en quien condena la violencia venga de donde venga, o las dictaduras sean del color que sean. Pero en la España de 2025 ya hay muchas personas a las que Aizpurua no les inquieta ni molesta. Y no hablo, como es lógico, de los votantes de Bildu. Ni siquiera de los que apoyan a otros partidos separatistas, como ERC o Junts, unidos por el odio a España y a todo lo español. O de los comunistas y sus distintos disfraces (Podemos, Sumar...), aliados de los soberanistas en su proyecto común de acabar con el modelo surgido de la Transición. Hablo del PSOE -el partido que más tiempo ha gobernado desde 1977-. Aunque no del PSOE de Felipe González sino del PSOE de Zapatero y de Pedro Sánchez. Amigos de cualquiera con tal de que no gobierne la derecha. Porque para ellos, para sus cargos y militantes y, al parecer, también para sus votantes, un Gobierno del PP con Vox es mucho más indeseable que un Gobierno del PSOE con comunistas, con separatistas golpistas y con los herederos de ETA, los que jaleaban el tiro en la nuca y la bomba bajo el coche. Los que, como Mertxe Aizpurua, repartidora de carnés antifascistas, perpetraban portadas de periódico repugnantes, vomitivas y que abochornan a la profesión periodística. Si no te de asco Aizpurua y no te crispa los nervios, si tan sólo te molestan y rechazas los dictadores de derechas mientras te muestras indiferente hacia los de izquierdas, si para ti no hay más guerra que la de Gaza ni más víctimas que las palestinas e ignoras otros conflictos con tantos o más muertos, heridos y desplazados, si respondes a este cliché clásico, de manual, es que eres un sectario de tomo y lomo, un fundamentalista de la izquierda, un talibán.
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