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Belvedere

Los 107.000 hijos de Marta

Es el número de seguidores que acumuló una 'influencer' sevillana de méritos desconocidos que ha sido detenida

Pablo Salazar

Valencia

Sábado, 26 de abril 2025, 22:54

De las redes sociales sólo consumo X, antes Twitter. Y desde luego, no por sintonía con las locuras de Elon Musk. Me di de alta ... en 2010, fui activo al principio pero al poco dejé de participar al comprobar la toxicidad del medio en el que me desenvolvía. Desde hace muchos años no tuiteo (o como se diga ahora). Sólo la consulto para tomar la temperatura de determinados ambientes. Del resto de redes -al menos de momento- me mantengo al margen, especialmente de Instagram, no por nada en especial sino por falta de interés en la vida de los demás. ¿Para qué voy a perder mi valioso tiempo descubriendo los viajes que se pega o los menú que se mete entre pecho y espalda mi primo José Vicente, el de Puebla de Sanabria, en compañía de su actual pareja, la ucraniana Kateryna, cuando puedo destinarlo a leer la última obra del nonagenario y muy izquierdista Noam Chomsky ('El mito del idealismo americano') de la que les hablaré próximamente? Este alejamiento voluntario del mundo de las redes sociales no sólo me señala como un periodista fuera de onda -lo cual, visto lo visto, no puede resultarme más satisfactorio- sino que me sume en la ignorancia acerca del fenómeno de los y las 'influencer', esa nueva casta que amenaza con apoderarse de la comunicación (que no la información) entre las personas. Pero como quiera que sigo las ediciones digitales de los periódicos sí que me he enterado de la detención de una tal Marta Hermoso por (presuntamente I) robar a un magnate mexicano (con el que se había ido a la habitación de su hotel) relojes y objetos personales valorados en unos 400.000 euros. Acusación que, como era de esperar, ella niega con rotundidad. Al leer la ¿noticia? no me llamó la atención el suceso en sí, que al fin y al cabo es el típico robo cometido (presuntamente II) por unos pillastres que utilizan como cebo a una (presuntamente III) escort. Sino el hecho de que la detención de una 'influencer' pudiera ser relevante. ¿Quién es, me pregunté, esa Marta Hermoso cuya foto está en todas las webs y de la que se habla en las tertulias televisivas? No pude averiguar gran cosa sobre ella, primero porque ha abandonado temporalmente las redes que la encumbraron y, segundo, porque como ya he comentado yo no me manejo con soltura en dicho hábitat digital. Pero sí que pude saber que antes de su caída en desgracia -que tal vez acabe siendo el mayor impulso a su carrera, ya lo verán- acumulaba la espectacular cifra de 107.000 seguidores. Que se dice pronto. Pero, ¿cuáles eran sus méritos, sus capacidades o habilidades para conseguir una cifra tan alta de devotos militantes del martahermosismo? Pues, al parecer, la moda, los viajes y los «eventos exclusivos». A los que accedía gracias a las relaciones personales que entablaba con los famosos... Hasta ahí puedo leer... ¿Y cuál era su currículum, su experiencia profesional para abrirse un hueco en un sector con una alta concentración de prescriptores de lo que hay que hacer, comprar, llevar, descartar, combinar, lucir, visitar, frecuentar...? Lo desconozco. Lo desconozco yo y lo desconoce todo el mundo. Pero ahí está. Insisto: 107.000 seguidores. El dato, la situación, el absurdo, dice mucho de nosotros, de lo que somos y dónde estamos. En el discurso de agradecimiento por el premio Cervantes, que no pudo leer por su deterioro físico, el escritor Álvaro Pombo dijo que nos hemos convertido «entre influencers y mercachifles». Cuánta razón. La misma que cuando apuntó: «Es muy posible que para alcanzar la grandeza en España, tengamos todos que llegar a la pobreza». Siguiendo esta hilo argumental, me atrevería a añadir que la opulencia nos ha llevado al aburrimiento existencial y en ese estado de abulia, de apatía, de desinterés por los asuntos importantes de la vida han hecho fortuna una banda de haraganes sin fronteras, unos pillastres de poca monta, de vía estrecha, que lo mismo roban (presuntamente IV) a un magnate mexicano que se van a Andorra para no pagar impuestos en España o montan una surrealista competición a mitad de camino entre el futbito y el Risk que apenas puede enganchar a los eternos adolescentes. Pero el problema -lo escribo una y otra vez y no me cansaré de repetirlo- no son ellos. Siempre ha habido pícaros, golfos que buscan cómo aprovecharse de los demás sin dar un palo al agua. Lo grave, lo triste, lo dramático, son los que siguen su juego. En este caso, los 107.000 hijos de Marta, sus seguidores. ¿Dónde están, quiénes son, se avergüenzan, tienen algo que decir? Siempre y cuando haya cometido aquello de lo que se la acusa. Presuntamente V.

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