Juventud que resuelve
Frente al tópico de la apatía, la juventud se organiza, propone y transforma desde la participación real y colectiva
PABLO BOTTEROPRESIDENTE DEL CONSELL DE LA JOVENTUT DE VALÈNCIA
Lunes, 2 de junio 2025, 00:07
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PABLO BOTTEROPRESIDENTE DEL CONSELL DE LA JOVENTUT DE VALÈNCIA
Lunes, 2 de junio 2025, 00:07
Cada cierto tiempo se repite el mismo diagnóstico: a la juventud no le interesa la política. Lo dicen algunos informes, lo replican tertulias y lo ... susurran incluso personas bienintencionadas que trabajan con jóvenes. Pero basta estar dispuesto a escuchar, a salir a la calle con los ojos abiertos para ver que la realidad es otra.
La juventud participa. Participa cuando organiza un evento en su barrio, cuando forma parte de una asociación estudiantil, cuando denuncia la falta de vivienda o se implica en causas medioambientales, feministas o de salud mental. Participa cuando se junta con otras personas para defender algo que considera justo o para cambiar lo que le parece injusto. Solo que muchas veces lo hace desde formas nuevas, más horizontales, autónomas y colectivas, que no siempre encajan en el marco tradicional de lo «político».
Recuerdo una reunión con varios colectivos en la que una chica de unos veinte años, sin etiquetas ni siglas, dijo algo que se me quedó grabado: «No sé si esto cuenta como política, pero estamos hartas de que nadie nos escuche cuando proponemos cosas». Esa frase -sincera, directa y llena de sentido común- dice mucho más sobre la participación juvenil que muchos discursos institucionales. Porque participar no es saberse un reglamento, es querer cambiar lo que no funciona y buscar con otras personas cómo hacerlo.
Desde los consejos de la juventud trabajamos para visibilizar esa implicación activa, tan válida como necesaria. Porque participar es preocuparse por lo común, por formar parte de algo colectivo. Y eso, la juventud lo hace cada día, desde espacios diversos, informales y profundamente comprometidos. Lo hace desde un grupo de teatro comunitario que trabaja con la infancia del barrio, desde una asociación LGTBIQ+ que acompaña a jóvenes trans en procesos difíciles, o desde una red vecinal que se organiza para frenar la construcción de bajos turísticos ilegales.
El asociacionismo juvenil es un motor de cambio. En València hay decenas de entidades que trabajan por el bienestar de sus barrios, por los derechos de sus colectivos, por espacios de encuentro donde construir alternativas. Muchas de ellas no tienen sede, ni ayudas (al menos desde este año), ni horario fijo. Pero tienen ideas, tienen energía y, sobre todo, tienen comunidad. Y detrás de todo eso hay personas jóvenes organizadas, comprometidas y conscientes del papel que juegan en su entorno. No lo hacen por obligación, lo hacen porque les importa. Porque tienen claro que las transformaciones reales empiezan desde abajo, y han elegido impulsarlas colectivamente.
Pero también es cierto que la juventud necesita espacios reales donde su voz tenga un impacto. No basta con escuchar para la foto o hacer consultas donde ya está todo decidido de antemano. La participación juvenil debe ser vinculante, corresponsable y continua. Si no, es una simulación. No se trata de montar una mesa para que digan lo que piensan, sino de estar dispuestos a que lo que digan cambie algo. Hacer políticas de juventud no es hablar de jóvenes, sino hablar con jóvenes y, aún más importante, dejar que hablen por sí mismos.
Desde el Consell defendemos una participación crítica pero constructiva. Que interpela, pero también propone. Que no se resigna al desencanto ni cae en el cinismo, porque sabe que lo común merece la pena ser cuidado. Somos una estructura que representa a las entidades juveniles de la ciudad, nacida desde el movimiento asociativo y con vocación de transformación. Y eso implica exigir, sí, pero también construir, cooperar y estar. No vamos a todas partes a decir lo que está mal: vamos a buscar cómo hacerlo mejor.
Más allá de la imagen de la apatía, el desinterés y la falta de compromiso, la realidad es que los y las jóvenes hacen política -aunque no siempre la llamen así- desde la vida cotidiana, desde la creatividad y desde la cooperación. Porque hay algo que siempre ha tenido la juventud cuando se organiza: la voluntad de no conformarse, de no mirar hacia otro lado y de construir, paso a paso, una sociedad más justa y habitable. Para todas las personas. Para el presente. Y también para el futuro.
Y quizá por eso, algunos intentan deslegitimar o atacar a las organizaciones juveniles. Porque cuando a la juventud se le da libertad para pensar, organizarse y actuar, demuestra que tiene ideas, fuerza y propuestas que cuestionan privilegios y remueven estructuras. No es la apatía lo que molesta, es la autonomía. Porque una juventud consciente y articulada es la mayor amenaza para quienes echan de menos cuando podían decirle qué pensar, qué callar y qué aceptar, sin tener que preguntar.
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