Las notas de las PAU
Recuerdo como si fuera ayer el día que fui a recoger las notas de la Selectividad. Te citaban en el centro donde habías estudiado y ... los resultados estaban colgados en el panel de la portería para que todos pudiéramos comprobar cómo nos habían ido las cosas. Algunos profesores se dejaban ver discretamente pese a que en los pasillos ya se empezaba a respirar aire de vacaciones. Ese particular olor que desprenden las aulas vacías.
La tensión se respiraba en el ambiente porque, más o menos como ahora, el nivel de exigencia era alto, en especial, para determinadas carreras como la que yo quería hacer, Periodismo y que por entonces, sólo se estudiaba en el CEU, en Madrid o Barcelona.
Al salir encontré, sin tener que buscarla porque había muchas, una cabina de teléfono - bendita época sin móviles- en la que me encerré para llamar a mi madre. No olvidaré aquella conversación. ¡Qué grandes son las madres! Aún recuerdo la ilusión, las ganas y la alegría de poder estudiar lo que siempre había querido, aunque fuera en la privada.
A diferencia de lo que pasa ahora, la universidad pública ofrecía muchas menos opciones de carreras, pero sí las suficientes plazas para que quienes quisieran estudiarlas pudieran hacerlo. El marujeo era si lo hacías en Blasco Ibañez, en el Politécnico o si te tocaba ir a Burjassot. Se estudiaba Económicas o Empresariales, Derecho, Historia y cosas así, es decir, nada que ver con los grados que se ofrecen hoy en día. Las carreras de entonces sólo puedes encontrarlas hoy en la UNED. ¡Bendita Universidad Nacional de Educación a Distancia!
En resumen, quienes querían estudiar -que no eran todos- podían hacerlo. Y además la mayoría lograban estudiar lo que querían. La diferencia empezaba al acabar. En el perfeccionamiento posterior haciendo un master, mejorando idiomas o doctorándote en otra universidad. Los Erasmus eran tan minoritarios que la mayoría de mi quinta ni los olimos.
Ahora ha cambiado. El viernes nuestros hijos recibirán en su correo electrónico un frío mail con sus notas. Calificaciones de un examen que además sigue sin ser igual en toda España con la desigualdad de partida que esta diferencia supone. Desde el minuto uno de la criba. Ya no se puntúa sobre 10, para entenderlo hay que recurrir a un gurú en exactas porque el máximo es ahora de 14 y se logra con una extraña operación aritmética que parece responder a la lógica infernal de un asesino en serie. ¿Es preciso?
La oferta educativa es tan diversa -afortunadamente- que resulta imposible tomar una decisión con plena seguridad y es irremediable que a algunos se instalen en la duda eterna. Y lo peor, lo dejo para el final, son dos cosas. Una: que la opción de estudiar en una universidad pública ha dejado de ser la opción más segura para la mayoría -y su alternativa la privada es un auténtico hachazo económico para cualquier familia- y dos: la cantidad de vocaciones que esta sociedad se está perdiendo por unas notas de corte incomprensiblemente altas. ¿No les parece?
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