Un año más, el día de la Hispanidad se ha resuelto con el mismo larala monótono de siempre. Que si abucheos, que si desfila una ... cabra o un borrego con la legión, que con quién habla éste o deja de hablar aquel otro, a ver quién y cuánto se queda (o no) en los corrillos periodísticos de después, si este vestido o aquel uniforme. Todo igual que siempre, salvo por cómo hemos vivido la habitual lluvia -agazapados y en alerta roja-, la saludable reacción de la infanta Sofia, tanto a los pitidos como al teatro de la indiferencia, y la nueva entrega del CIS con una encuesta para extraterrestres.
Y mientras esto pasaba, me llegó un mensaje en forma de verso escrito por Marina Izquierdo. Valenciana, escritora, periodista y profesora de Literatura en la Universidad de Columbia, el Instituto Cervantes o el Reina Sofía. Un mensaje certero -muy cómo era ella- y que hoy les comparto de su libro 'La mitad silenciada': «Quién tuviera dos vidas para amarse. Amarrarse, soltarse. Creer en ti para descreer. Quién tuviera dos vidas para versarse. Jugar con sus grafías. Estirarlas hasta que la piel aguante. Quién tuviera dos vidas para equivocarse. Aprender y desaprender. Descontar los años y rehacerlos. Dejar de ser para volver a ser. Otra. La misma, llena, vacía. Escribirse en todas».
Llevo tiempo queriendo escribir sobre ella y el poema que compartió su marido, Gabriel Cremades, -como lanzado en una botella al mar-, ha sido la mejor excusa para recordarla y arrancar una sonrisa entre quienes tuvimos la suerte de conocerla, que somos legión en esta ciudad. También para reivindicar su trayectoria como escritora beligerante y defensora del papel de lo que ella definió como «las mujeres fuertes». Rebelde con causa y una junta letras -porque así se identificaba- coleccionó momentos y sembró amigos en todos los lugares donde vivió.
Su trabajo como periodista en el mítico ABC de Iñaki Zaragueta o con Manolo Tarancón en la Diputación de Valencia, no le impidió desviarse de su auténtica vocación como escritora. Publicó varios libros que lograron enorme éxito y fueron premiados. Fue periodista, experta en comunicación y dejó una profunda huella en la profesión por su saber hacer. Fue una feminista auténtica que reivindicó como nadie los derechos reales de las mujeres como pionera que fue en un mundo que, cuando empezó, era sobre todo de hombres.
Fue poeta y se empeñó en recuperar la figura, de entre otras mujeres, la gran Gloria Fuertes. Fue viajera impenitente que recorrió el mundo en compañía de su familia, pero lo que más le gustaba era volver, a su Valencia, a su Teresa, a Gandia, en especial con sus hijas Gabriela y Violeta. Marina fue la mejor y más leal amiga de sus amigos. Siempre. Fue una mujer extraordinaria. Recordarla es reivindicar su legado literario y su particular forma de relatar y describir un mundo, el suyo, lleno de mágica imaginación. Valdría la pena recopilarlo. Marina murió prematuramente el día de la Hispanidad de hace 7 años. Quién tuviera dos vidas... ¿No les parece?
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