Apadrina un petxinot
NURIA ROMERAL CAS
Martes, 17 de junio 2025, 23:36
Aunque sus aguas se presentan últimamente vestidas de un tono algo más subido del marrón, entre las cañas donde aún resuenan chismes centenarios atesorando los ... secretos del interés cruzado de todas sus especies residentes y colindantes, allí, en el pequeño pero gran universo del Parque Natural de la Albufera hay un habitante algo escondido y ciertamente desconocido que alberga un sorprendente superpoder natural. Son los petxinots.
Moluscos que llegan a alcanzar un gran tamaño y que tienen una increíble capacidad para limpiar el agua. Mediante la absorción de nutrientes van filtrando el agua y sólo un laborioso ejemplar puede llegar a alcanzar los cincuenta litros de agua limpia al día. ¿Imaginan? Además, su propio ciclo vital es virtuoso. Requieren, cuando son larvas, de peces que los hospeden hasta completar su crecimiento que es cuando se desprenden para empezar a madurar por sí solos. Pero gracias a que son desplazados a lomos de los barbos -entre otros peces- pueden expandirse y colonizar nuevos espacios. En una magistral demostración de la sabiduría de la madre naturaleza.
Su presencia no es nueva. Vienen de muy atrás. Juan Sanchis -periodista experto en Medio Ambiente de LAS PROVINCIAS- recordaba cómo los romanos ya bautizaron a la Albufera como el «Lago de Nácar» por los reflejos del agua al atarcerder. Así que seguro, por aquel entonces, ya andarían los antepasados de nuestros petxinots agazapados y haciendo de las suyas gracias a su natural función.
Siglos después, desgraciadamente son una especie en peligro. Por eso la Fundación Oceanogràfic y la Conselleria de Medio Ambiente trabajan para recuperar y repoblar de nuevo el lago con nuevos miembros. Hace unos días, en Albalat de la Ribera -si no han ido nunca no pierdan la oportunidad de visitar este puebl, que seguro les sorprenderá- en uno de sus dos emblemáticos ullales -todo un santuario para otras especies autóctonas como el samaruc- se liberaron más de 20.000 petxinots juveniles que se convertirán en breve en miles de pequeñas depuradoras naturales en acción. Constantemente tomando y limpiando agua.
Un ejemplo que seguro se citará en el IV Simposio que impulsa este periódico, donde se reformulará el pacto a favor de la protección de La Albufera. Una cita a la que no fallará nadie. Porque la Albufera lo merece y se defiende así. Desde la unidad de acción, con lealtad y confianza -como ya se ha hecho para hacer posible que llegue más agua- pero también para asegurar que la vida siga creciendo, las aves sigan viniendo, las barcas sigan perchando o se cultive el arroz. Y así, vuelvan a repoblar el lago miles y miles de petxinots.
Pequeños, humildes, enterrados y agazapados sin apenas visibilidad, ajenos a protagonismos ni maldades, el petxinot es todo lo que en este tiempo se desprecia. Es una especie a reivindicar. No hace ruido, no alardea, no compite. Lleva siglos comportándose así. Es una especie tan desconocida como propia, con una función discreta pero estratégica. ¡Una especie genial tanto como para impulsar una campaña que nos permita apadrinar un petxinot! ¿No les parece?
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