No es solo el edificio. Del edificio me importa la vida de quien lo habitó, y la familia que hizo de él una residencia nobiliaria. ... Nuestra ignorancia -o quizá la mía- en esta materia es colosal, pétrea, de dimensiones considerables. Y no me gusta, porque creo que deberíamos saber cuatro reglas básicas aunque fuera para ir por casa en materia de patrimonio y de la nobleza valenciana. No tiene sentido ese sucursalismo nuestro en materia nobiliaria. Ahora mismo cualquier persona tiene conocimientos básicos de las familias linajudas de esas que aparecen en las esquelas y en los ecos de sociedad del ABC de Madrid y Sevilla, porque acabaron yendo a vivir a Madrid, y bien poco sabemos de lo que fue nuestro brazo nobiliario. Primero se van las personas, el empadronamiento, y la vida social que les corresponde, luego los palacios acaban amenazando ruina, y se convierten en futura sede patrimonial de tantas otras sedes e instituciones, convirtiendo en responsabilidad pública lo que antes era un palacio familiar. Ahora leo que el Ayuntamiento, que lo compró en su momento, planea junto a la Diputación una iniciativa de uso cultural para el Palacio de estilo barroco del Marqués de Montortal, que fue comprado en 1837 por el III Marqués de Montortal al II Marqués de Río-Florido. Leo que el escudo familiar de la fachada principal, fue mandado esculpir por doña Antonia Durán Rubio de Salinas al escultor José Esteve Bonet en 1782, que contrajo matrimonio con Vicente María de Castellví Monsoriu, conde de Castellá, y ya me pierdo en la genealogía nobiliaria. Dicen que el palacio fue usado por la reina Fabiola de Bélgica, pero no sabemos nada, y yo no sé nada, de nuestra nobleza, ni de sus palacios, ni de los condes de Cervelló, ni del cardenal Ram, ni de los Escrivá de Romaní, ni de los Castellví, ni del Barón de Vallvert, ni de todo lo que supuso el apellido y el palacio, y es una lástima esa pérdida. La condesa de Ripalda y el castillo se fueron de ese imaginario de una foto del niño que fui, en las Fallas de 1965. Voy trasteando en la red haciendo pesquisas hasta parar en una referencia bien cercana a mí, por erudición y desde el punto de vista territorial, y fallero de Benimaclet: el Barón de San Petrillo. José Caruana Reig Couprie de Laireau y Barrio. Aunque la baronesa era su mujer, María Vicenta Gómez de Barreda y Salvador, con quien se casó en 1906. Caruana fue director decano del Centro de Cultura Valenciana, académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos y de la Real Academia de la Historia. En 1952 fue nombrado teniente de alcalde del Ayuntamiento de València, y desde ese cargo impulsó que se pavimentaran las calles de Benimaclet.
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