Nostalgia y curiosidad
Es buena y poderosa, creativa, aunque te lleve a formar parte de una Cofradía
MIQUEL NADAL
Jueves, 19 de junio 2025, 23:54
Al final, o en esencia, siempre es lo mismo. La magia del instante. Personas que conversan, como en un diálogo antiguo, cuando no se reproducían ... proclamas de factoría. Me recuperó Rodolf Sirera la antología que prologaron él y su hermano Josep Lluís, de algunas obras del teatro de Faust Hernández Casajuana, del año 1993. Y de la lectura me sucedió lo que no es habitual. Aquí es el estudio inicial y las notas, precisas, pepitas preciosas, y llenas de afecto y comprensión, las que revelan claves y sugerencias, obras que necesitaría como drogadicto ver representadas, o leídas en un escenario, que de nuevo me llevan a pensar en ese barrio del Carmen, retratado en la novela corta '¡Quina animeta', de la que se extrae un fragmento con nostalgia de Casajuana, que es mi nostalgia, y es la nostalgia que compartimos en esa comida. Está claro que ese mundo no ha de volver, ni tampoco fue el mío, que fue el de la decadencia de los años 80, pero fue el mundo artesanal y popular del que me hablaba mi padre, anterior a la riada del 57, o las que contaba mi amigo Sirera en los Salesianos sobre ese mundo popular, que ahora se ha convertido en ocio y franquicia, parque temático de visitas para la fotografía que acredita los viajes. No es solo la nostalgia, o ni siquiera una melancolía rutinaria y burocrática del pasado. Cuando mi amigo el escritor Esteban González Pons me sitúa en esa especie de Cofradía de la Nostalgia, no es una nostalgia falsificada, que nace como derrota. Debería ser una nostalgia triunfante, con ánimo de victoria, porque en el fondo, es un deseo de vida, y de que la vida fuera auténtica, con comercios y colegios, con más facturas y menos frases de sobre de azúcar, haciendo jaculatorias sobre el instante. Es ese canto al temps jadis, al que aluden los hermanos Sirera, para recordar aquel texto de Valencia la guapa, de 1929: «D'aquella Valensia nostra, que pasaes cheneracions, nos legaren en cariño, ja no queda ni un racó». Es la misma nostalgia de All-i-pebre i ensalà, de Sendín Galiana, la revista de 1967, la que se representó en el teatro Ruzafa. Puede que sea lo que comentaba Esteban, un disimulado canto auténtico, disimulado con envoltorio afrancesado. Puede que sea cierto, pero habrá que intentarlo, porque uno cree que ese mundo de los artistas de porxe, no merecería pasar a las vitrinas que nadie consulta. Habrá que intentarlo. La nostalgia es buena y poderosa, creativa, aunque te lleve a formar parte de una Cofradía, que acepto con gusto. Pero no hay que incurrir en la desesperanza, porque a veces surge esa conversación antigua, que te devuelve a la convicción de que se pueden cambiar las cosas. Y la melancolía no vale la pena, y es estéril.
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