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Quien me conoce, porque decir que se me sigue o se me lee sería un exceso, sabe que una de mis debilidades conocidas es la ... de la figura de Max Aub, y de la necesidad en insistir en su difusión y conocimiento. No es tan solo un estigma local. Viendo a veces la calidad de lo que se publica, o lo que se nos publica, siempre piensas que nunca llegarás a su nivel. En algún tiempo pensé en hacer una recopilación de las razones para no irse o volver siempre a Max Aub. Porque nos eligió. Porque es de una modernidad sorprendente. Porque fue del Valencia F.C. y nos proporcionó el primer personaje literario, Vicente Farnals. Porque 'El laberinto mágico' es la gran epopeya de nuestra guerra, y llegará el momento en que sea la gran película, o la serie, sobre nuestro siglo XX. Porque 'La gallina ciega' es uno de los libros más tristes que uno haya podido leer. Porque en Madrid o Barcelona sería una figura recuperada y de todos. Porque teniendo Paris y Malraux, fue fiel a nosotros. Y así seguir de manera invariable y contundente, con decenas de argumentos. Del prólogo de Enrique Diez-Canedo a sus versos 'Los poemas cotidianos', se desprende un ansia de hogar, de arraigo, del jardín y la biblioteca, «una casa en calma», que la biografía de Max Aub no pudo conseguir. Por eso fue tan miserable la opinión literaria de Umbral, cuando aludiendo al desempeño profesional del autor, lo redujo a la prosa de un «viajante de comercio», cuando detrás de sus itinerarios estaba -entre otras cosas- el desarraigo del exilio. Por eso mismo, y como en tantas cosas, hay que insistir en lo de siempre, y ser honestos y equilibrados con lo de siempre. De tal manera que los objetivos que no se han conseguido, siempre se pueden conseguir. Los Trénor todavía esperan un Thomas Mann local que los convierta en nuestros Buddenbrook, sin complejos, tutelas o derivas ideológicas. Porque Valencia puede ser más compleja y bella que el puerto de Lübeck, y solo hace falta tener limpia la mirada. Del mismo modo que todavía está por nacer el bulevar en Valencia que lleve el nombre de Max Aub, y restituya su presencia en la ciudad a la que tanto quiso. En tanto suceda eso, Segorbe, Geldo y el Alto Palancia son lo más parecido a esa casa en calma, que tanto ansió el escritor. Y es bueno que así sea, y que continúe siendo un remanso de paz del libro «doméstico y tranquilo» al que hacía referencia Juan Manuel Bonet en el cuadernillo exento con el que Pre-Textos acompañó la reedición de sus versos. «Max Aub: crónica de su alba». No hay nada mejor que insistir en ese amanecer, en esa alba de Aub que nos espera.
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