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Sobre cada foto podría escribirse una gran historia

Jueves, 29 de mayo 2025, 23:31

Escribía hace poco Arcadi Espada una cuestión que era advertencia muy veraz. Que «las ficciones sobre hechos reales son mentiras. A diferencia de las ficciones ... a secas». No hay nada más honesto que una buena ficción, sin imponer la verdad, ni nada más patético que una mentira disfrazada de una cierta referencia a unos hechos reales, que pocas veces son exactos, y cuando uno los conoce, no se parecen en nada a la realidad. Se irán conmigo ciertos hechos reales, o que pienso que son reales, y de mi infancia y adolescencia solo habrá un par de docenas de fotos, ligadas a ciertos momentos importantes, cuando raro es el día que hay una inflación de imágenes, que se convierten en irrelevantes. Sin mis fotos, nada se parecería a mis recuerdos. No habría más memoria que la que yo pudiera inventar. Lo único cierto es que esa persona simulando escribir en una foto escolar debo de ser yo. El martes asistí en el Centre del Carme, 'Andana', a la inauguración de una exposición de fotos recuperadas de la dana en distintas poblaciones afectadas. He de decir que en su momento, con otras urgencias, no llegué a pensar que las fotografías fueran tan importantes, hasta que he comprendido qué sería de mí de haberlas perdido. Me apasiona la buena fotografía. No es fácil distinguir en los enfoques entre la plata o la alpaca. En cada una de esas fotos hay un relato. Una mezcla de escritor entre Ronald Barthes y Paul Ricoeur escribiría un ensayo precioso. Sobre cada foto podría escribirse una gran historia. Lo real es esa comunión celebrada en un almacén de Alaquàs, como lo fue la mía. Por eso también es mi foto. Cuando se casaron, mis padres se pusieron a vivir en Alaquàs, pero luego volvieron. Yo ya nací en otro sitio. Puede que fuera concebido en Alaquàs. Algún día lo averiguaré. Las grandes historias pueden ser pequeñas historias. Los grandes sentimientos pueden ser modestos sentimientos, no sentimentalismo de frase de sobre de azúcar. Nuestro mundo no sería el mismo, y nadie contará de nosotros, si desaparecen esas fotos. Coincidió la visita con un documental y el libro de Georges Pérec sobre sus recuerdos de infancia. Apenas hay un foto infantil del escritor. «No tengo recuerdos de infancia». Toda su obra nace de esa herida del recuerdo. Su padre murió en la II Guerra Mundial. Su madre, después de una redada antisemita, acabó en Auschwitz. Se crio con una tía, sin recuerdos de infancia. Uno ve la foto real del adulto Georges Pérec en el número 2 de la rue Vilin, cuando decidió hacer el recorrido detectivesco del pasado, real y precisa, y la compara con una imagen actual del Google Maps, urbanizada, de franquicia, y piensa que debe ser lo mismo en Alaquàs o Aldaia. Esas fotografías nos cuentan y esperan la ficción.

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