Lo mismo se podría decir de las ciudades o de las biografías, que siempre son inacabadas. Pero que sea inacabada una ciudad tiene su gracia, ... porque las ciudades no mueren, y se pueden inventar pasados, o jugar con frivolidad a imaginar un destino, o decretar que tiene que crecer hacia un punto cardinal, respetando el resto. Lo que no vale es considerar que sea un defecto el ser una ciudad inacabada. Ojalá, Valencia, pudiera ser del todo una ciudad imperfecta capaz de imaginar y asumir que la ciudad está inacabada, también supone asumir que es que está pendiente y todo queda por hacer, con la emoción que eso supone. Sin embargo, por mucho que atraiga el hecho de la emoción de lo inacabado, convendría que determinadas cosas no se pusieran en duda cada cierto tiempo. Y en eso la ciudad de Valencia es persistente en concatenar insistencias en no resolver las cosas. Cada paseo por la hemeroteca me da para una columna. De hecho creo que podría ser incluso una habilidad social, y que ante un ejemplar de la prensa de hace tanto tiempo, yo pudiera escribir alguna reflexión actual, como el que pinta un cuadro con los pies. Veo en la prensa de 1929 una columna firmada por un tal 'CHE', que plantea la ampliación de los Jardines del Real, para transformar el «provinciano parque, en algo definitivo y más aristocrático», y asimismo pone sobre la mesa la «terminación de las nuevas salas del Museo de Pinturas», el San Pio, como un mecanismo para saldar la deuda que Valencia tiene con Sorolla, y así animar el nivel estético de la ciudad, y veo que no hemos resuelto nada, lo empantanamos todo. Al poco tiempo, mientras comenzaba la II República, el Ayuntamiento estimulaba que los arquitectos Goerlich y Pedrós, expusieran los proyectos de la ciudad, incluso en cines, la Avenida del Oeste, o la Ciudad Universitaria que se quedaron en nada. El final, todos lo sabemos. Un poco de cada cosa, y nada del todo al completo. Desde los Viveros se iniciaba un bulevar que se saldó no siendo nada, ni llegando al mar. Un poco de ciudad residencial con los chalets de los periodistas, y los de las Artes Gráficas, un poco de ciudad universitaria, un Colegio Mayor, pero nada buscando lo grande, las mayúsculas. Lo desperdigamos todo. Somos una ciudad de 'miquetes'. De mica en mica s'ompli la pica. Sin ayuda de nadie y a pulmón propio. Viendo el Colegio Mayor Luis Vives y cómo debió hacerse, hasta la belleza de la arquitectura de mi Facultad de Derecho resulta un milagro. Mientras nos enredábamos en esa ciudad inacabada, en los años 30 del siglo pasado, la Ciudad Universitaria de Madrid, tenía su Patronato, Oficinas Técnicas, sorteos de lotería, e incluso donantes anónimos de la Hispanic Society, y conciertos de Lucrecia Bori. Ciudades inacabadas y sin grandeza.
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