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Aniversarios

Están de moda esas listas de lo que hay que hacer antes de algo

MIQUEL NADAL

Viernes, 13 de junio 2025, 00:04

Ha vuelto a pasar, como todos los años. Agradezco de corazón la memoria de todos los que se han acordado, pero reconozco que no es ... mi caso. Cumplir años es un enojo, una incomodidad evidente. De poco valen las apariencias y los propósitos. Siempre habrá la persona que ante esa circunstancia, te responde que lo importante es cumplirlos, y eso es cierto. Pero sin duda, en nada queda resuelta la melancolía de la edad, que no puedo restituir con ninguna escuela de la espalda, ni el propósito de la vejez activa, de una 'adulescencia', como dicen los franceses, llena de gimnasios y un futuro dedicado a procurarse pelos y colágeno. Todo confluye, como en la novela de Balzac, en 'Las ilusiones perdidas'. Pero esto no es la literatura. Es la vida. Y la vida acaba por igual, se hayan escrito dos o veintidós novelas. Es ya bien sabido, desde hace tiempo, que el tiempo es elástico, y puede ser infinito o miserable. A uno le queda, por ejemplo, muy poco tiempo, como para que vuelva a existir un Valencia digno, o demasiado, como para tener que asistir como si tal cosa a la demolición de Mestalla. Por eso mismo cada aniversario implica un inventario, un listado que aumenta, con las cosas que ya no serán. Están de moda, y son propiamente casi un género literario, esas listas de lo que hay que hacer antes de algo, pero convendría poner en marcha ese listado de las cosas que no verán la luz. Ni por tiempo ni por dinero. El viaje en tren en el Orient Express. Un año completo perdido en Monument Valley, entre Utah y Arizona. Un viaje incómodo en diligencia, con un Winchester. Tener dinero para alquilar una lancha americana, y pasearse por el delta del Mekong, rememorando todas las películas que he visto de la guerra de Vietnam. Desembarcar en Omaha Beach con fuego simulado. Comprar un DS Tiburón y pasearse por el bulevar Montparnasse, aunque ya no exista Romy Schneider. Podría existir una Fundación que contribuyera a hacer realidad esos sueños de adulto. En esencia, es el último tramo decisivo, en el que ya no valen otras trampas que el propio engaño que nos queramos hacer. El tiempo resignado, compungido, en el que ya se asume que no habrá ese año sabático en París; que te reclaman esas novelas que hay que escribir con prisa, porque la meta se percibe a lo lejos; otro año más en el que no verás representar Cavalleria Rusticana; el tiempo en que ya no habrá tiempo para aprender a tocar el piano. Todos los libros por leer o por ser escritos. Ese listado existe, y sobre esa melancolía, edificada en la pereza, se escriben las decepciones. La Inteligencia Artificial permite restaurar una foto, o animar una imagen, pero no hay ninguna función que permita restar ni una sola de las ilusiones del inventario.

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