
Nos envuelve la niebla
La Tierra parece sufrir un cónclave de personajes malignos que, como Atila, están dispuestos a que no crezca la hierba
MERCEDES CASQUERO DE LA CRUZMÉDICO Y ESCRITORA
Viernes, 18 de abril 2025, 23:45
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MERCEDES CASQUERO DE LA CRUZMÉDICO Y ESCRITORA
Viernes, 18 de abril 2025, 23:45
En Valencia los días amanecen con el saludo del sol, con su luz brillante y los mil colores de la ciudad que ha inspirado a ... los más excelsos pintores. Luz y color nos dan ánimo necesarios para afrontar la vida de cada día, unas veces fácil, otras difícil, muchas rutinaria y sin alicientes, pero lo hacemos con el alma y el entusiasmo que nos aporta nuestro vecino Mediterráneo, con su luz mágica y con el aire que respiramos con aroma de flores y sabores de historia. La ciudad, generosa, colabora con él ofreciéndonos a cada paso que damos la «Valentia romana», la «Balansiya musulmana», la «Valencia cristiana del Rey Jaime I». Valencia es una ciudad hermosa, porque lo es y porque nosotros suplimos con amor y con indulgencia si algo falla en ella; el deterioro de algún jardín, la ausencia de flores, de alguna escultura, la dejadez de algunos y el incivismo de muchos, pero, a pesar de ello, nada podrá borrar nunca la esplendorosa y entrañable belleza de la «Valencia del siglo de Oro». cuya riqueza artística y humanística persiste en nuestro entorno y en nuestro recuerdo a cada paso que damos cuando caminamos por sus calles: Las iglesias con sus campanarios, los muros de la Lonja, los ficus de la Glorieta, la Catedral de Santa María, las recónditas placitas con aromas a jazmines, con el rumor cristalino de los surtidores...
Hace meses que Valencia nos resultaba una extraña Valencia, irreconocible, una intensa niebla cubría los árboles y desdibujaba las fachadas de los edificios, una niebla oscura y densa que acabaría transformándose en una lluvia pertinaz, constante, intensa, tan intensa que nos sorprendió cuando iba llenando hasta desbordarse los vacíos cauces de barrancos, arroyos, pantanos, ríos y hasta los acuíferos secos desde hace tiempo. El agua, desbordada y fuera del control humano, llenaba los cauces a la vez que nos introducía en el alma la angustia de no poder evitar lo inevitable, la enorme tragedia que se llevaría por delante la vida de muchos, la vida de 228 personas, sus casas, sus negocios, sus campos, el medio de vida de las gentes de l'Horta. Contemplábamos desolados y con rabia el daño salvaje que en gran parte podría haberse evitado si, todos y cada uno de los que tenían responsabilidad en ello hubieran hecho lo que tenían la obligación de hacer.
Valencia no puede acostumbrarse a que cada cierto tiempo tenga que sufrir los mismos daños. En esta última ocasión, como siempre, además del dislocado e incontrolable clima ha habido humanos culpables y responsables, cercanos y lejanos, Todos aquellos que no hicieron, cuando debían, lo necesario para evitarlo, incluido el presidente Mazón, que no estaba donde debía estar, que no es que gestionara mal la dana, simplemente no la gestionó porque no estaba donde debía para que todos los competentes adoptaran las medidas necesarias. Después, ni siquiera ha sabido o no ha querido aclarar el qué, el cuándo y el por ué de su ausencia. Decir «lo siento» no es suficiente, señor Mazón, ante el inmenso dolor que ha provocado en los seres humanos que lo han sufrido, un dolor difícil y casi imposible de superar. Usted era el máximo responsable y no le exime de nada que también lo fueran otros. Cada uno tiene su parte de culpa en los hechos que ocurrieron y todos tendrán que dar cuentas, ante la ley y ante su conciencia. Presidente Mazón, le deseo que un día deje de oír el grito de dolor de las victimas, que estoy segura no le deja dormir porque es un grito de dolor profundo que tardará en desaparecer, por mas tiempo que pase y por más que se intente restaurar, porque el daño producido, el más terrible, es el de los que han perdido la vida. Porque eso no tiene restauración posible.
Y por si fuera poco nuestro dolor parece que los «hados» nos han vuelto la espalda. Después del daño que hemos sufrido aparece un Putin, comunista y tirano, al que solo le falta el gorro y el caballo para que creamos que es un nuevo Gengis Kan cabalgando por las praderas de Mongolia para invadir China (esta vez Ucrania). Putin es un ser desalmado que pone sus ambiciones y locuras personales (quiere ser el Zar de todas las Rusias), por encima de la vida y los derechos de los seres humanos que nada han hecho por merecer el castigo de la guerra que él ha desencadenado y piensa continuar. La Tierra parece sufrir un cónclave de personajes malignos que, como Atila, están dispuestos a que no crezca la vida en nuestro Planeta; Netanyahu, Hamás, Hezbolá, Irán. Sufrimos un Trump senil e infantiloide que pretende transformar nuestra Tierra en un enorme 'mercado del trapicheo' en el que todos, incluso él, perderemos.
Y sufrimos también un Pedro Sanchez mentiroso, egoísta, ególatra, dispuesto, como el caballo de Atila, a que no crezca la hierba en una España democrática, despreciando a las Instituciones, pretendiendo obrar autárquicamente, sin presupuestos, sin el Parlamento. Como decía Ortega y Gasset, él parece pensar, «yo soy yo y las circunstancias son las que a mi me dan la gana. Un hombre que desprecia a los españoles impidiendo, porque no le importamos, que tengamos una vida digna, libre y en paz.
Espero que antes de que nuestro Planeta sea un territorio inhabitable, desaparezcan los tiranos y dictadores de todo tipo y podamos, las gentes honradas, trabajadoras y nobles, conseguir que nuestra Tierra sea un paraíso anticipado al que todos deseamos llegar algún día.
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