El conflicto árabe-israelí
MARISOL CH. HIDALGO-BONNEFILDOCTORANDA EN ÉTICA Y DEMOCRACIA. UNIVERSITAT DE VALÈNCIA
Martes, 27 de mayo 2025, 23:37
El conflicto árabe-israelí desde sus inicios tiene múltiples aristas, constituidas por factores culturales, religiosos, geopolíticos y demográficos, cuyos efectos se extienden más allá de ... sus fronteras afectando incluso a otras democracias de corte liberal como la española. Por lo que las autoridades de los Estados tienen la obligación de actuar en consecuencia, principalmente dentro de un mundo globalizado en esta era de la posverdad.
Las cadenas de televisión estatal deben mantener su ética profesional e informar, sin contribuir al amarillismo y sensacionalismo que corrompe la deontología de las comunicaciones y menos tomar partido a favor de los clientelismos políticos de nuevo cuño. En una época donde la mentira, el odio, discriminación y violencia, se han naturalizado en detrimento de una justicia y razón cordial que potencien el diálogo crítico, reflexivo y deliberativo en pro del respeto de los derechos humanos de todos sus ciudadanos.
Porque hoy en día, se censura el derecho a defenderse que posee el Estado de Israel como la única democracia en Medio Oriente, donde conviven árabes, drusos, palestinos, cristianos-arameos, católicos, protestantes, evangélicos, bahaís, judíos ortodoxos, seculares, conversos y ateos, al igual que comunidades LGTBIQ y cualquiera que respete la diversidad que engloba el ser diferente, pero igual en dignidad. Siendo una democracia parlamentaria, donde incluso la población de origen gazatí se encuentra representada en el parlamento, por lo que las características de la democracia israelí son únicas en esta región, aunque no perfectas como cualquier otro sistema político en el mundo.
Los terroristas de Hamás asesinaron judíos y a una diversidad de ciudadanos del mundo
Así, lo anterior no impide que la población israelí se defienda y enfrente a quienes buscan su exterminio sistemático dentro y fuera de sus fronteras, porque en la actualidad ser israelí en algunas partes del mundo, es sinónimo de no tener derecho alguno a la legítima defensa o servir de blanco perfecto para el atropello los derechos humanos que como israelíes-católicos, cristianos, árabes, drusos, judíos o descendientes de estos también poseen. Y donde en España los sefarditas no estamos exentos de estas agresiones, ni seguros dentro de nuestros propios hogares y menos fuera de ellos, al ser asediados por extremistas y fundamentalistas más allá de las diferencias existentes entre gazatíes e israelíes en el siglo XXI.
Por lo que es necesario, visibilizar que las presiones políticas frente al caso de la legitima defensa que el Estado de Israel tiene el derecho de ejercer como cualquier otra democracia, traspasan las fronteras y mutan de un antisemitismo a un antisionismo, pero también desencadenan un antisefardismo en España. El cual, promueve el olvido de la cultura sefardita como parte de la idiosincrasia, brazo intelectual y patrimonio cultural de este país, con figuras tan relevantes como Juan Luis Vives el máximo exponente del humanismo español, Maimónides filósofo, físico y matemático, Ib Gabirol teólogo, poeta y filósofo y Luis de Santangel encargado de los asuntos financieros del Rey Fernando el Católico, siendo su legado parte medular de la identidad española.
De esta manera, es prioritaria una educación en valores democráticos que potencie el respeto y no la asimilación forzada e imposición de una cultura, religión o identidad sobre otra. Principalmente porque vivir en democracia significa una forma de convivencia social en la que todos los miembros de la sociedad española, somos libres e iguales y no ciudadanos de segunda clase.
En particular después de la masacre del 7 de octubre en Israel, donde el grupo terrorista Hamás, no solo asesinó y torturó a población civil israelí judío-árabe, drusa y cristiana, sino también a españoles, portugueses, alemanes, franceses, italianos, británicos, irlandeses, austriacos, suizos, neerlandeses, azerbaiyanos, rusos, bielorrusos, ucranianos, rumanos, chinos, filipinos, nepaleses, camboyanos, ceilandeses, tanzanos, canadienses, norteamericanos, mexicanos, hondureños, colombianos, argentinos, brasileños, peruanos, paraguayos, chilenos, australianos, turcos y sudafricanos, datos que no son ajenos para la ONU.
Porque en definitiva, los terroristas de Hamás asesinaron judíos, pero así mismo a una diversidad de ciudadanos del mundo que fueron objeto del odio, violencia y discriminación que no solo ha empañado la propia libertad de los gazatíes, sino también la del resto de la humanidad, demostrando que los fundamentalismos, extremismos y adoctrinamiento que profesan estos mercenarios, traspasan las fronteras cuando se busca sembrar el terror hacia todo aquel que sea diferente, practique otro tipo de religión, cultura, identidad o idioma.
En suma, por la constante persecución, asedio y asesinato de la que son objeto en Medio Oriente también la población drusa y cristiana, la cual, ha tenido que refugiarse bajo el amparo de la única democracia existente en Medio Oriente que es Israel y donde pese a las críticas, impera el respeto a los derechos humanos de su población más allá de las diferencias religiosas entre sus habitantes. Ya que el adoctrinamiento impuesto por el grupo terrorista Hamás hacia la población gazatí y expuesto por los medios de comunicación, no solo busca la aniquilación total del Estado de Israel, sino también la de todos aquellos que sean diferentes o no se alineen a sus intereses, instrumentalizados por otros Estados no democráticos.
En conclusión, sembrando la semilla de la discordia como lo hizo en su momento el Daesh, pero ahora revestida de antisemitismo y antisionismo desde la pretensión de imponer un califato abanderado por los terroristas de Hamás y quienes los financian en diversas partes del mundo.
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