Justicia o paz en Palestina
¿Limpia lo ocurrido o sólo pretende limpiar las calles de una nueva Riviera en el Mediterráneo oriental, a mayor gloria (y dividendos) de Trump y sus compañeros de viaje?
En la filosofía clásica -desde Platón hasta Tomás de Aquino- la paz era concebida como fruto de la justicia, sin contraposición entre ambas. Fue en ... la modernidad, con autores como Hobbes y Kant, cuando comenzó a perfilarse una tensión entre el orden o la estabilidad (paz) y los ideales morales (justicia). La formulación explícita de la dicotomía paz-justicia surge en el siglo XX, en el ámbito de la «justicia transicional», al enfrentarse la comunidad internacional al dilema entre perseguir los crímenes graves o favorecer la reconciliación social tras los conflictos armados. Hoy estamos en ello cuando, ante el «plan de paz» auspiciado por Trump en Gaza, nos seguimos preguntando: ¿y habrá paz para los malvados?
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Mientras los autores y cooperadores necesarios de ese plan de paz (al menos un plan generalmente aceptado) se reunían en un balneario del Mar Rojo, en Gaza, los que todo han perdido, intentan desde entonces volver a sus hogares destruidos. Bajo la mirada atroz de las fuerzas armadas israelíes y la torva presencia de los miembros de Hamas, cientos de miles de gazatíes se preguntan qué va a ser de ellos. Abuelos sin memoria, padres sin hijos e hijos sin esperanza quedan al albur de lo que unos y otros decidan sobre su futuro.
Según el plan de paz, intercambiados los prisioneros (puntos 4 y 5), Hamas debe desaparecer (puntos 1 y 13). Sus miembros que entreguen las armas serán amnistiados o deberán salir de Gaza (punto 6), Israel replegará sus tropas hasta diferentes líneas de manera progresiva (puntos 3 y 16) y entrará la tan necesitada ayuda humanitaria bajo control de la ONU y de la Media Luna Roja (puntos 7 y 8). Ya estamos viendo, sin embargo, que Hamas se está peleando con otras facciones mafiosas por el control de Gaza, que Israel sigue bombardeando zonas de Gaza y no se está retirando como debiera, y que la ayuda no está entrando como debiera, utilizándose como moneda de cambio en el acuerdo.
Abuelos sin memoria, padres sin hijos e hijos sin esperanza, al albur de lo que decidan sobre su futuro
Queda por ver cómo se implementará el punto 9 del plan de paz, que se anuncia como la (re)creación de una institución bien conocida en Derecho internacional: la administración internacionalizada de territorios. Podemos recordar los casos de ciudades o zonas internacionalizadas (Cracovia, Creta, Tánger, la Cuenca del Sarre, Danzig, Mostar o Brcko), el régimen peculiar del Congo o Albania, o los casos bajo administración de organizaciones internacionales: el Triángulo de Leticia bajo autoridad de la Sociedad de Naciones; y los casos de Libia, Nueva Guinea, Camboya, Eslavonia, Timor Oriental, Bosnia o Kosovo bajo la autoridad de la ONU. También merecen ser recordados los casos de administración internacional previstos, pero finalmente no acaecidos: los de Trieste, Namibia o la propia Jerusalén que, de haberse aceptado el plan de partición de la ONU de 1948, hubiera estado hoy bajo ese régimen como ciudad abierta, internacionalizada, neutralizada y respetuosa con las tres grandes religiones monoteístas que la declaran "Ciudad Santa". Pero no pudo ser; ni será.
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Ahora, según el punto 9 del plan de paz, Gaza será gobernada bajo el gobierno temporal de transición de un comité palestino «tecnocrático y apolítico», compuesto por palestinos calificados y expertos internacionales, bajo la supervisión de un nuevo organismo internacional de transición, el «Consejo de Paz», que estará presidido por el presidente Trump, acompañado por otros miembros entre los que se encontrará el ex primer ministro Tony Blair (y sus negocios). Todo ello inspirado en el previo plan de Trump anunciado en 2020, durante su primera presidencia, y la propuesta franco-saudí recogida en la Declaración de Nueva York de 29 de julio de 2025. Se espera que «este órgano recurrirá a las mejores normas internacionales para crear una gobernanza moderna y eficiente que sirva al pueblo de Gaza y sea propicia para atraer inversiones». Gaza, según el plan, se convertirá en una «zona económica especial con tarifas preferenciales y tarifas de acceso» (punto 11)
¿Limpia todo ello lo ocurrido o sólo pretende limpiar las calles de una nueva Riviera en el Mediterráneo oriental, a mayor gloria (y dividendos) de Trump y sus compañeros de viaje? Porque nada se dice sobre qué ocurrirá si Trump deja el poder en 2028. Se supone que el negocio continuará. Ni tampoco contempla el plan la exigencia de responsabilidad alguna por los crímenes cometidos por unos y otros.
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Paz impuesta -paz al fin y al cabo- a cambio de la creación de un neo-protectorado en Gaza (pues lo previsto en el plan en poco se asemeja a la administración internacional); y ello para limpiar conciencias y olvidar las atrocidades cometidas en los últimos años. Por supuesto, acompañada de la colonización completa de Cisjordania por parte de Israel, el fin de Palestina como Estado y la expulsión de la población no judía de los territorios ocupados.
Aquí paz, y después gloria. Pero de justicia, nada. Mucho me temo que las presiones sobre la Corte Internacional de Justicia y la Corte Penal Internacional, que aún tienen ante sí la demanda y acusaciones contra Israel y sus líderes, se intensifiquen para evitar que puedan incomodar a los autores del plan en el olvido de las víctimas. Aun así, creo que Platón y Santo Tomás siguen teniendo razón: la paz sólo se concibe como fruto de la justicia. Si no, sólo será la paz de los cementerios.
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