Un país en venta
Poder a cualquier precio, con golfos o sin ellos pero con la compra de voluntades como estandarte
Hoy les contaré la fábula del «ver, oír y callar». Corría el año 2003 cuando un joven ambicioso, hijo de funcionarios -uno en Agricultura, otro ... en la Seguridad Social-, ansioso de fama y poder, puso sus ojos en la hija de un acaudalado empresario de saunas gay y prostíbulos de Madrid. Él, el prototipo de yerno alto, guapo y deportista. Ella, la puerta a un mundo de influencias. Él ponía la ambición; el suegro, la información. El tándem perfecto.
Ese año se presentó a las elecciones municipales en Madrid, en la lista que encabezaba Trinidad Jiménez. No logró el acta de concejal y juró que nadie volvería a despreciarle. Desde entonces, Pedro Sánchez se ha relamido con cada peldaño conquistado en su ascenso. Lo que parecía arrogancia juvenil era un plan quirúrgico perversamente trazado: Poder a cualquier precio, con golfos o sin ellos pero con la compra de voluntades como estandarte.
Pactó con quienes prometió no pactar, entregó lo que juró defender y, cuando no quedaban más promesas, se blindó desde el propio Estado. Atacó al Poder Judicial, colonizó instituciones y usó la tribuna pública para presentarse como víctima de una persecución, para ocultar sus escándalos de corrupción. Sánchez ha construido un gobierno donde todo gira en torno a él. Más de 2.000 empleados en el búnker de Moncloa; asesores, administrativos, seguridad. En empresas públicas, más de 40.000 y otros tantos en medios subvencionados y estructuras de poder diseñadas para afianzar su posición. Miles de cargos electos en listas que decide él. Presidencialismo convertido en clientelismo. Un sueldo, una nómina, un adepto.Ver, oir y callar.
Pedro Sánchez genera recelo y bochorno en el exterior. Su credibilidad se ha evaporado
Cada ley, cada decreto, responde a un único fin: mantenerse en el poder. No hay visión de Estado ni plan a largo plazo. Solo el cortoplacismo de sobrevivir un día más. Un precio que pagan la democracia, las instituciones y la imagen de España. Su figura genera recelo y bochorno en el exterior. Su credibilidad se ha evaporado y se mantiene sobre alianzas internas de reparto de poder y favores. Jueces y fiscales alzan la voz ante lo que muchos consideran un intento de someter el Estado de derecho. No se trata de la Ley de Amnistía, la Otan, la Ley Bolaños, la Ley Koldo, la defenestración de la UCO, Trump o Israel, la rebaja de la edad para votar o la nacionalización masiva de inmigrantes. Con él da todo igual. Es la fábula del sapo convertido en príncipe al que solo sus mecenas pueden hacer caer ¿cuántos medios y empresarios del IBEX han sostenido este edificio? ¿Hasta cuándo lo van a hacer sin que les salpique?
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