Un país al límite
Un bochorno que recogen medios internacionales y que cada vez más socialistas critican abiertamente
Podría decirse que la red de alcantarillado de lo político ha colapsado, y las excrecencias del poder brotan con una incontinencia alarmante. Ya no parece ... existir dique de contención capaz de frenar esta avalancha de escándalos, corruptelas y miserias que no solo atenazan a Pedro Sánchez, sino que corroen las bases de nuestro sistema político. El ambiente se ha vuelto irrespirable, asfixiado por un elenco de personajes berlanguianos que ni el insigne valenciano habría osado imaginar.
De tipejos como el Tito Berni, hasta los Koldos, Ábalos, las «sobrinas», las prostitutas por catálogo, las saunas gay y las extorsiones, pasando por la sórdida Leire, Aldama, las bombas lapa y los magnicidios, las maniobras para desacreditar a jueces, Policía y Guardia Civil... Todo tiene un aire tragicómico y grotesco que no cabe trivializar. La actual legislatura se ha convertido en un auténtico reality show de personajes que entran y salen, cada cual más chusco y surrealista.
Espectáculos como el dado por la periodista/fontanera/justiciera, son la guinda de esta sucesión de despropósitos por la que transita España. Que tres ministros hayan difundido un bulo contra la UCO, incluso después de que se desmontara taxativamente, refleja la deriva de una comunicación basada en el todo vale, más que en la que corresponde a un gobierno serio y democrático.
Un bochorno que recogen hasta medios internacionales y que cada vez más socialistas critican abiertamente con términos como «drama», «esperpento» o «hemorragia» y que dibujan a un Sánchez torpe en la respuesta y falto de su habitual 'talento' para sortear obstáculos. Por primera vez en nuestra historia, un presidente del Gobierno se encuentra cercado judicial y políticamente por su entorno más íntimo: su esposa, su hermano, sus dos secretarios generales, un ministro y hasta el fiscal general del Estado están bajo investigaciones de gravedad. Es un escenario inédito e insostenible.
Tal vez por eso, porque no hay argumentario posible que tape los hechos, Sánchez lleva silente y rehuyendo a los medios cinco semanas. Más que sintomático de su profunda debilidad. Una situación de blackout tan evidente que hasta los accionistas de sus medios de cabecera están virando el rumbo, forzando ceses entre sus más firmes defensores.
Y como el presidente se limita a flotar en medio de la tormenta -no toma decisiones, no da explicaciones, no adelanta elecciones, ni parece dispuesto a seguir los pasos del luso Antonio Costa, que dimitió porque la sospecha de un caso de corrupción le parecía incompatible con la dignidad del cargo- a los ciudadanos no nos queda otra que ejercer el derecho de manifestación. No importa quién convoque ni qué rédito político pueda obtener, lo realmente importante es saber hasta qué punto estamos dispuestos a seguir aguantando. Socialistas incluidos.
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