El antisemitismo no está en criticar a Israel. Está en no diferenciar entre Netanyahu y los judíos. Es como si, durante la guerra de Irak, ... se hubiera dado por hecho que todos los españoles aplaudíamos la foto de las Azores o, en la actualidad, todos fuéramos 'sanchistas'. También en Israel, muchos judíos se han manifestado reiteradamente contra su gobierno y contra su política en Gaza, sobre todo, quienes le acusan de buscar mantenerse en el poder sobre las ruinas de la Franja antes que procurar la vuelta a casa de los secuestrados -ellos, sí- por Hamás.
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Pero en su caso hay algo más, porque si a los españoles nos acusan globalmente de ser 'sanchistas', el error es otorgarnos un posicionamiento político que no es universal. En cambio, en el caso de los judíos hay un elemento diferenciador: no se acusa a los israelíes de apoyar a su primer ministro sino a cualquier judío, incluso de otro país, de respaldar la política de otro Estado. En una palabra, se les acusa por ser judíos. Eso es el antisemitismo. Y procurar su exterminio por serlo sí es genocidio, ya avalada su categorización en el siglo XX por la Justicia internacional.
Sin embargo, se está poniendo cuesta arriba defender la supervivencia y la dignidad de los judíos. Hacerlo es arriesgarse a ser acusada de sionista, genocida y no sé cuántas maldades más. De modo que asumiremos la carga. Antes vilipendidada que silenciada. Al menos, voluntariamente.
Anteayer, mandé un mensaje a unos amigos judíos. Para ellos, como para tantos, el 7 de octubre es un día de dolor, incluso aunque no tengan familia directa en Israel. También lo es el 11-M para los españoles; el 11-S para los norteamericanos o el 7-J para los británicos, más allá del desgarro de haber perdido a alguna persona en los peores atentados terroristas del siglo XXI. Les mandaba mi cariño y la promesa de mantenerles en mis oraciones, y ellos solo me contestaron que tenían la esperanza de que devolvieran con vida a los rehenes. No había ni un ápice de rencor ni de odio en la memoria de lo sucedido hace dos años. Solo la esperanza de un futuro en paz. Es a ese tipo de gente a quienes Hamás hirió hace dos años. A quienes destrozó la vida. Parece que se nos ha olvidado, preocupados en blanquear a un grupo terrorista que mata bebés y lo celebra. Sin duda, lo que hace Netanyahu y el plan del resort de Trump en Gaza son inaceptables, pero «el lado correcto de la Historia» es con las víctimas. También con las judías. Lo que sucedió el 7 de octubre debería avergonzarnos tanto como la muerte de inocentes en Gaza.
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