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Cuando andábamos confiados y felices en pos del paraíso ecologista, de pronto un apagón ha sembrado las dudas entre los creyentes de la fe verde. ... Pensábamos que las cosas se situaban en el blanco o el negro, sin matices, sin incertidumbre, sin discusión. Conmigo o contra mí. A favor del verde esperanza del mundo sin contaminantes o aferrado al negro carbón del antiecologismo rancio de la extrema derecha. Sin embargo, hoy las cosas no son iguales al domingo pasado.
No es la primera duda que sufre el converso. Ha habido momentos de incertidumbre como los producidos cuando sabemos de un patinete eléctrico que estalla en un vagón de metro, otro que empieza a arder solo mientras se carga o un coche eléctrico que prende en un garaje y causa la muerte a dos bomberos en Alcorcón. Lo eléctrico era la Arcadia feliz porque se trata de energía limpia a diferencia de los combustibles fósiles que no solo contaminan sino cuya explotación horada nuestro planeta. Y todo eso es cierto porque los problemas de la electricidad no restan ni un ápice del cuestionamiento al que deben ser sometidas las energías sucias. Ahora bien, la incomodidad surge cuando constatamos que nos han vendido lo eléctrico como una panacea sin grises ni sombras. Las tiene. Desde su propio origen. Usar electricidad es más limpio que quemar carbón, sin duda, pero cómo producirla es lo que crea dudas. Las centrales nucleares producen energía limpia, aunque ellas mismas constituyan uno de los riesgos más evidentes para todos, como vimos en Chernóbil o Fukushima y como vemos cada vez que Putin bombardea Zaporiyia. El carbón o el petróleo son limitados y su explotación 'sine die' es imposible. De hecho, la apuesta por lo verde no solo nace de la conciencia por el planeta, sino del pragmatismo del sector: antes o después habrá que buscar alternativas a un recurso finito.
La cuestión para el usuario es qué pensar acerca del entorno energético. El apagón nos ha puesto ante una realidad que a menudo ignoramos: dependemos de la electricidad y éste es uno de los recursos críticos. Por mucho que ahora los políticos utilicen el episodio para sus guerras particulares, el problema sigue sobre la mesa. Pueden ponerse todos muy dignos y reconvertir la cuestión en un debate ideológico, aunque en realidad oculte eternas luchas de poder. Pero para el común de los mortales, más allá de esas posiciones, lo que urge son soluciones y garantías. Si la Arcadia feliz y verde es incompatible con nuestro mundo o cambiamos el objetivo o las condiciones en las que pretendemos vivir.
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