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Muchos de los que tienen miedo a volar suben a un coche sin pensárselo, aunque las estadísticas digan que es más seguro lo primero que ... lo segundo. De hecho, en 2024 hubo 330 víctimas de accidentes de avión en todo el mundo, mientras que por accidentes de tráfico y solo en España sobrepasaron las 1.000. La razón es que la seguridad aérea es muy exigente con personas, máquinas y procedimientos, incluidos controles de los controles para activar alertas cuando las cosas no funcionan como está previsto. A pesar de eso, sigue habiendo tragedias que, como saben los expertos, no se producen por un solo fallo o un único autor sino, con frecuencia, por una concatenación de errores.
Esa convicción parece que falte en algunos posicionamientos sobre la dana tras conocer el auto de la jueza de instrucción. Si en un entorno tan controlado como la seguridad aérea a veces se producen errores en cadena, ¿cómo reducir todo a una sola persona, sean Mazón o Pradas, durante una pésima gestión de crisis? El 29 de octubre falló casi todo. Y lo que intenta determinar la jueza es quiénes eran los últimos responsables. Pero no los únicos.
Ella busca las responsabilidades penales, pero se hace perentoria una revisión de todas las actuaciones que llevaron al desastre. No para imputar, que es cosa de la Justicia sino, como hacen los especialistas en seguridad aérea, para aprender de los errores y evitar más tragedias. El ejercicio de simplificación al que asistimos con el «Mazón dimisión» oculta todo lo demás. Es cierto que tiene una intencionalidad política clara y diríase que justificada, pero oculta el desastre global. La Administración debería actuar como lo hace la aviación y hurgar en cada error, en cada omisión y en cada responsable para explicar por qué murieron más de 200 personas y miles se vieron gravemente afectadas. Incluso aunque la conclusión resulte incómoda: a veces no es posible frenar la tragedia. En ocasiones, se producen accidentes que en su propia definición tienen un componente de imprevisibilidad enorme. Hay que aceptar la posibilidad de que ni la mejor preparación, alerta y prevención del mundo pueden impedir algunas catástrofes. Nos cuesta, pero los accidentes existen. En este caso la dimensión de la lluvia caída era colosal, como desde un comienzo dijo Mazón. Ahora bien, la actuación de quienes tenían información y medios para rebajar, sino impedir, los efectos del fenómeno meteorológico, fue terrible. Y eso es lo que no debe volver a ocurrir. No se puede impedir la lluvia, pero sí que parezcamos nuevos en esto.
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