Un servidor fiel
Mª JOSÉ POU AMÉRIGOMARIAJOSEPOU.LASPROVINCIAS.ES
Martes, 10 de junio 2025, 23:22
Un servidor público ejemplar. Así definió el ministro de Justicia, Félíx Bolaños, a un Fiscal General procesado por cometer un delito. Lo peor no es ... que lo hiciera si se confirma; que no dimita ni le cesen, a pesar de las sospechas, o que intenten presentárnoslo como el santo justiciero contra el poder maléfico del Dr.No. Lo peor es la confusión deliberada entre servicio público y servicio al poder. Es, posiblemente, el peor pecado del sanchismo, y eso que tiene muchos.
Si algo indica esa declaración de Bolaños es que el gobierno considera que ponerse al servicio de un gobierno es hacerlo al servicio de los ciudadanos, pero no es así. Lo venden de ese modo porque consideran que una mayoría parlamentaria -aunque sea tan peculiar como la Frankenstein- es garantía de veracidad. Cualquier posición contraria al gobierno, respaldado por esa mayoría, es presentada como un ataque a la democracia, incluidas las exigencias de la oposición para que el gobierno dé cuentas de sus decisiones o asuma las consecuencias de sus errores. Posicionarse contra el gobierno es situarse contra el pueblo, ésa es la falacia que envuelve todo el discurso de la propaganda sanchista. De ese modo, la discrepancia o la oposición se hacen inviables porque son antidemocráticas.
Visto así, lo que hace el Fiscal al cumplir órdenes, al parecer, de La Moncloa es servir a los ciudadanos, porque el líder concentra en sí mismo la voluntad popular. Ignora por completo otras posiciones negándoles incluso la posibilidad de existir. Es lo que hace cualquier autócrata, que se considera en posesión de la verdad y no admite más que su versión de las cosas, de ahí que las dictaduras justifiquen la censura bien sea con el rotulador negro que tacha frases o con la presión del coro mediático que destroza socialmente al discrepante. Así, servir a los deseos del gobierno es servir al país ya que el máximo líder lo encarna. «La democracia soy yo», diría Sánchez parafraseando a Luis XIV.
Junto a ése, hay otro engaño que es más burdo todavía: defender la presunción de inocencia del fiscal para no pedirle la dimisión contraponiéndola a la culpabilidad del novio de Ayuso. Éste, al parecer, no tiene derecho a presunción de inocencia, solo porque se ha declarado culpable. Así se entiende que nadie dimita porque hacerlo es admitir la culpa. Desde luego García Ortiz ha demostrado ser un servidor ejemplar, fiel y obediente, pero no al servicio de todos los españoles sino solo de uno. Con él ha sido un magnífico abogado defensor. Lástima que su papel fuera el contrario.
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