Siempre hemos calificado a la izquierda de «adanista» porque algunos se creen llamados a inventar la realidad. En su relato, nada existía antes de su ... llegada a este mundo y, tras ellos, la vida, por fin, era mucho mejor. La derecha, sin embargo, no suele tropezar con ese complejo de Sumo Hacedor, aunque no por eso algunos dejen de pensar que, sin ellos, el mundo se encamina hacia el abismo. Ahora bien, hay que admitir que con Donald Trump ha cambiado hasta eso. El presidente norteamericano es el Adán más conservador del panorama político actual. Cree firmemente que tiene una misión que cumplir, reafirmada con la salvación que experimentó, a su juicio, por mediación divina tras apenas rozarle la oreja una bala destinada a incrustarse en su cabeza decolorada. Quizás por eso ahora, a diferencia de su primer mandato, está desaforado reinventánndolo todo. Lo hizo, por ejemplo, con el Golfo de México al que cambió de nombre, consiguiendo que sus ribereños, según me cuentan, hayan suprimido el «café americano» de sus cafeterías y lo hayan sustituido por uno idéntico llamado «café mexicano».
Y vuelve a intentarlo. Nada menos que con una de las marcas más emblemáticas de Estados Unidos. Quizás la más. Trump ha anunciado el cambio en la fórmula del refresco de cola más famoso de la Historia. Una fórmula guardada bajo siete llaves, según cuenta la leyenda, que el magnate quiere modificar en su composición de azúcar. De hecho, ha tuiteado esa información o deseo junto a una imagen de la botella de sugerentes curvas y un eslogan que dice «Tómate una Coca-Cola con Trump». A estas alturas, lo más probable es que la imagen sea tan real como aquella en la que aparecía vestido de Papa, pero lo preocupante es el impacto que un anuncio como ése, no confirmado por la compañía, pueda tener en las cuentas de ésta.
Es cierto que está muy consolidada y no es probable que haya una disminución notable del consumo de sus productos por culpa de esto. Pero el precedente de Tesla no es nada halagüeño. Desde que Trump se hiciera grabar en la Casa Blanca comprando un coche de la compañía de Elon Musk, los clientes actuales empezaron a sentirse incómodos y los futuros decidieron pensárselo. Así, algunos pegaron en sus coches la pegatina «comprado antes de que Musk perdiera la cabeza» para evitar que algún indignado lo destrozara. Y el paso por el gobierno, por lo que parece, no ha sido tampoco beneficioso para los negocios de Musk que ha perdido más de 100.000 millones de dólares. En vez de Adán, Trump parece la antítesis gafe del rey Midas.
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