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Dijo de él que era «el maligno en la tierra». Fueron palabras de Javier Milei, presidente de Argentina, sobre el Papa Francisco. Ni él era ... santo de la devoción del Papa ni viceversa, como es evidente con citas como ésa. Pero tampoco las relaciones de Bergoglio con los demás presidentes de su país fueron siempre buenas. De hecho, en Buenos Aires aún recuerdan las tensiones entre el matrimonio Kirchner y el entonces arzobispo, crítico con sus políticas. Uno de esos enfrentamientos llevó a los Kirchner a celebrar el 'Te Deum' tradicional que conmemora el inicio de la nación cada 25 de mayo en cualquier otro lugar del país, con tal de no pasar por la Catedral Metropolitana de Buenos Aires, feudo de monseñor Bergoglio.
Sin embargo, eso no ha impedido que hoy tanto Milei como Cristina Kirchner alaben al primer Papa argentino y se duelan de su pérdida. E incluso que el lenguaraz presidente haya anunciado su presencia en el funeral. No acudir se habría interpretado como un desprecio absoluto hacia uno de los argentinos más ilustres que ya ha entrado en la Historia y, sobre todo, hacia los propios argentinos a quienes Milei está obligado a representar en esa ceremonia. Algo así sucede con Pedro Sánchez aunque, afortunadamente, los españoles estaremos bien representados con los Reyes, tanto si va como si no va el presidente del gobierno.
El de Milei uno de los episodios que muestran las incoherencias de la clase política y su notable habilidad para defender una cosa y la contraria sin que se le mueva el flequillo de sitio. Lo vemos también con la propia presidenta del gobierno italiano, Giorgia Meloni, profundamente afectada por la pérdida del Pontífice. Se le notaba hasta en la voz hace unos días cuando una periodista de la televisión italiana le preguntaba por la figura de Francisco. Se traslucía pura emoción al hablar de él y la Primera Ministra insistía una y otra vez en la magnífica relación que tuvo con el Papa. Es cierto. La tuvo. Por proximidad y por el talante abierto y desenfadado que Bergoglio mostraba con aquellos que, al menos, le escuchaban. El problema es que después se encontraba con que practicaban una política situada en las antípodas de lo predicado por él. Así, también Meloni ha destacado estos días su figura, la de un Papa que clamó en Lampedusa por los migrantes, mientras ella se erige en defensora de la expulsión e internamiento de todos ellos en países terceros como Albania. Y lo mismo puede decirse de Trump. Lo lloran a él como buena persona, pero lo deshonran haciendo caso omiso de sus palabras.
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