JLo y la crisis de los 50
No había sentido el peso de la edad hasta que la vi. No recuerdo haber tenido crisis de los 40 ni de los 50. Y ... hasta hoy cumplir años me parecía estupendo y motivo de gran celebración. Y no quiero decir que haya dejado de serlo. Todo lo contrario. Sigo convencida de que los cumpleaños hay que celebrarlos mucho, sobre todo, a partir de estas edades, porque la alternativa es una opción mucho menos atractiva de ver a los amigos. O de que se vean ellos, quiero decir.
La cuestión es que, de pronto, me cayeron de golpe todas las décadas acumuladas y me hicieron pupa. Sucedió cuando vi la foto de Jennifer López junto a Dabiz Muñoz en su restaurante, al que acudió tras su concierto en Madrid. La diva aparecía con un vaquero y un top plateado que dejaba al aire todo el abdomen, pura fibra donde se podía jugar al 'air hockey', ese deporte de salón en el que hay que deslizar un disco sobre una mesa similar a una pista de hockey, sin que la pieza dejara de deslizarse.
Miré la foto y pensé con asombro: «¡Esta señora tiene mi edad!». Luego me entró la risa porque ese cuerpazo no lo he tenido yo ni a los 15, pero entendí la fosa abisal que nos separaba a pesar de que ella nació aproximadamente un mes después que yo. A menudo suelo sorprenderme con la edad de gente de mi quinta en otro sentido: bien porque a ellas las encuentro muy señoronas frente a mí, que me veo una pipiolina, o bien porque a ellos los encuentro unos carcamales a los que me acercaría únicamente en modo nieta. Sobre todo cuando veo 'First Dates' y me sorprenden los potenciales candidatos para alguien como yo. OMG. ¿De verdad estamos todos tan estropeados? La respuesta me llegó en forma de fotografía de prensa. No. No lo estamos. Es posible luchar contra la decadencia como muestra JLo. Me temo, sin embargo, que ya llego tarde, por lo que he hecho sufrir a mi esqueleto, y porque yo no tengo ni sus finanzas ni prioridades para cultivar el cuerpo como lo hace ella.
Sin embargo, he de admitir que por primera vez en ¿treinta años? me subí a una bici, una elíptica y una cinta de correr. Me subí, me ahogué y me bajé. Pero el mérito está en haberlo intentado. Me queda el consuelo de compartir con la diva su afición al buen yantar. Eso, al menos, cuenta la leyenda, que incluye el vicio de los snacks de bolsa tipo Doritos. Parece improbable a juzgar por la tableta que mostraba junto al marido de la Pedroche. Ahí radica el abismo entre las dos. Si yo comiera Doritos los luciría en las cartucheras con luminosos y todo. En cambio, a ella ni se le nota. Porca miseria.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión