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Ahora entiendo cuando los expertos dicen que nuestros hijos o nietos formarán parte de la primera generación que vivirá peor que sus padres. Normalmente, la ... evolución social se ha contemplado como una mejora constante, en especial, desde la Modernidad que todo lo ha fiado al avance tecnológico y, con él, al progreso social. Es cierto que durante décadas las generaciones han ido viviendo más y con más calidad. En nuestro caso, nuestros abuelos sufrieron los rigores de los años 30, de una guerra civil, y de una posguerra durísima. Nuestros padres ya nacieron o hicieron su vida adulta en paz aunque en dictadura, pero supieron lo que era ahorrar para comprarse una casa, pagar un Seiscientos a plazos y disfrutar de una cena copiosa en casa una vez al año, por Navidad. Sus hijos o nietos aún han pillado el momento de acceder a una vivienda, con dificultades; conseguir un hueco en un mercado laboral que permite vivir con un solo sueldo e incluso permanecer bastante tiempo en la misma empresa. Sin embargo, quienes vienen por detrás de nosotros no pueden acceder ni siquiera a un alquiler en solitario, no digamos a la compra de una vivienda; ni soñar con formar una familia en condiciones, ni confiar en tener un solo puesto de trabajo o que éste le dé garantías de cierta estabilidad aunque solo sea por un tiempo más o menos prolongado.
Algunos expertos están hablando de hipotecas a 70 años. ¡A 70 años! Eso ya no es una hipoteca para toda la vida, como las de 40, sino para varias vidas. Es decir, hipotecas heredables. No es que los padres sufran los rigores de unos hijos que avalan la compra de su piso con el de los progenitores, como ocurre ahora, con el enorme riesgo de dejar en la calle a dos personas que han ahorrado toda su vida y se ven sin nada al final de ella, sino lo contrario: padres que dejan empantanados a sus hijos durante décadas para terminar de pagar el piso en el que ellos se metieron. Un piso que solo será suyo cuando lo hereden, es decir, cuando los dueños desaparezcan.
De hecho, en los últimos meses, se señala a las herencias como única solución a la falta de acceso a la vivienda entre los jóvenes, es decir, que muchos solo podrán tener un piso independiente cuando sus padres fallezcan y les dejen el que con tantas renuncias han conseguido comprar. Si todo eso se une a una jubilación pospuesta hasta los 70 años, por muy bien que la vida los haya tratado, la conclusión solo puede ser una: las próximas generaciones vivirán para trabajar y, así, pagar un piso a la siguiente. Nada que ver con el progreso.
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