Cumplir un sueño
Mª JOSÉ POU AMÉRIGOMARIAJOSEPOU.LASPROVINCIAS.ES
Miércoles, 25 de junio 2025, 00:03
Siempre levanto la ceja cuando escucho a un concursante de televisión decir: «Mi sueño era entrar en este programa». «¡Otro cursi!», pienso. Será porque no ... contemplo los logros como sueños sino como propósitos por los que esforzarse a diario. Desde pequeñita me enseñaron que las cosas no se regalan, sino que se sudan. Y punto.
Sin embargo, esta semana tengo la sensación de estar consiguiendo algo con lo que, hace años, no contaba. No sé si llamarle «sueño». Me refiero a formar parte de una banda de música. Durante décadas pensé que no iba a poder conocer esa realidad tan común entre los niños y jóvenes valencianos. Que tus padres no te apunten a una banda de pequeña ni te lleven al conservatorio ni vean la música como algo más que una extraescolar interesante parecía contribuir a ello. Y no era por falta de afición, sino por esa mentalidad de posguerra que ponía «la obligación» por delante de «la devoción» y el estudio de la historia o las matemáticas por encima de la pintura o la música. Yo era más de lo segundo, he de admitirlo, pero crecí pensando que eso era para el tiempo libre.
Así que, cumplidos los cincuenta, había descartado por completo la posibilidad de entrar en una banda de música y me conformaba con disfrutar escuchándolas. Hasta que supe de la existencia de grupos sénior en las escuelas de música de algunas de ellas. En mi caso, en la de la Unión Musical Santa Cecilia de Castellar-L'Oliveral. Llevo dos cursos aprendiendo solfeo y año y medio, iniciándome con la trompeta. Y hace 48 horas que hice mi primera audición. Algo torpe, nerviosa, con un sonido muy mejorable, pero la hice junto a otros compañeros, entre los que soy de las más jóvenes, que también tocaron el bombardino, el saxo, otra trompeta o las guitarras. Me consta que no es la única escuela que introduce en la música a los mayores. Esos que, bien por falta de oportunidad o por haberlo dejado ante las múltiples ocupaciones de la vida, queremos aprender a tocar un instrumento y, quién sabe, entrar en una banda a los 60 o pasados los 70. Es otra de las funciones sociales de las bandas, una nada desdeñable, que debería ser más apoyada por las instituciones. La integración de los mayores y la promoción de una vejez activa son motivos más que suficientes para potenciarlas en todas ellas. A mí me basta con lo que nos une a quienes formamos ese grupo 'senior': una forma más de honrar y disfrutar de la música. No sé si lo era antes, pero el día que entre en la Plaça de la Mare de Déu tocando el Himno quizás piense que he cumplido un sueño.
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