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Uno de los momentos más entrañables de la Semana Santa es el Desembarco de la Legión y el traslado del Cristo de Mena que tuvo ... lugar el jueves en Málaga. Y no solo porque la Legión es foco de interés allá donde va. Es cierto que su presencia, su estampa, tan peculiar, su sobriedad y su manera de desfilar captan siempre la atención en las paradas militares del Día de las Fuerzas Armadas. Pero la emoción que logran con su vinculación al Cristo de la Buena Muerte va más allá de la curiosidad por los legionarios. Sin duda, la presencia de la muerte es un factor inseparable del ejército. De hecho, es el único colectivo que jura estar dispuesto a derramar hasta la última gota de sangre por cumplir con su tarea. Ni los políticos que, en ocasiones, juran por causas de lo más pintoresco, se comprometen a entregar su vida. A la vista está que, a veces, a lo que se entregan es a la buena vida gracias a su sueldo público. Pero no a una buena muerte. Para eso están los legionarios. Y el resto de militares.
Cantan los legionarias tanto en su himno, 'La canción del legionario', como en el 'himno' oficioso que todos conocemos, 'El novio de la muerte', referencias repetidas al final de la vida. En el himno, presumen de muerte heroica que tendrá un reconocimiento seguro: «Si en la guerra hallas la muerte tendrás siempre por sudario la bandera nacional», y termina con ese grito de: «Legionarios a luchar; legionarios a morir» sabiendo que es un riesgo inherente a su misión. En su 'himno' oficioso, ni qué decir titulándose 'El novio de la muerte' con el que los legionarios desfilan mientras sujetan el Cristo a pulso hasta su entronización.
Asumir el riesgo de muerte no resta ni un ápice de dolor a ellos o a sus familias en ese trance, pero da sentido a una entrega total, algo que cuesta encontrar hoy en nuestro entorno. Tal vez porque las presentes somos generaciones que no hemos tenido contacto con la guerra. Y algunos de nuestros dirigentes, solo de boquilla y postureo. Son ya muy mayores quienes la vivieron y empiezan a serlo quienes sufrieron sus consecuencias inmediatas. Eso hace que nuestra mirada sobre el sacrificio de los militares sea algo displicente. Que se lo pregunten, en cambio, a los refugiados de Ucrania. O a los polacos que la tienen en la puerta. Nuestros vecinos saben muy bien qué significa confiar en que sus ejércitos serán fieles a su compromiso en caso de guerra. Seguramente eso es lo que nos emociona de los legionarios, la seguridad de que darán su vida por salvar la nuestra. Como el Cristo que sostienen.
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