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Da la sensación de que detrás de los casos de 'babosos' como algunos califican los comportamientos de Íñigo Errejón o de Juan Carlos Monedero, hay ... algo más. Varios factores que explican las reacciones y la misma polvoreda que se ha levantado en las últimas semanas. Por un lado, la guerra abierta entre Podemos y Sumar, y, por otro, la sumisión de las compañeras que no ponen pie en pared ante esas actitudes. Casi nunca es fortuito el que se dé a conocer un caso interno que lleva oculto un tiempo en un partido político. Sea de corruptelas, de acoso o de 'baboseo' habitual. Cuando sale a la luz un tema que ha permanecido silenciado intencionadamente, lo hace porque alguien toma la decisión de airearlo. Quizás de ahí vengan las quejas de Ione Belarra. Estas cosas suelen tener su origen en fuego amigo, como los datos en torno a Ábalos; si alguien me confirmara que todo lo que hay contra él -incluido el catálogo de Jessica- sale del PSOE no se me movería ni una ceja.
En este caso, también parece que hay una guerra abierta entre Podemos y Sumar porque ambas formaciones viven un proceso similar, con uno de sus 'padres fundadores' acusado de comportamientos inadecuados hacia las mujeres. Qué mejor misil a la línea de flotación de la izquierda que una acusación de machismo en su máxima expresión, esto es, con un hombre que cosifica a la mujer, que abusa de su confianza y que se comporta como el machito abusador de toda la vida. Errejón y Monedero parecen los Esteso y Pajares de la izquierda española. De hecho, ambas formaciones han aprovechado el caso para reivindicarse como partido que toma medidas contra los babosos frente al oponente que no lo hace.
Así, pues, no parece casualidad que estos casos, conocidos en sus entornos desde hace años, salgan justo ahora, cuando se vislumbra un penoso camino hacia la irrelevancia parlamentaria de ambas formaciones que se disputan el mismo espacio.
Pero lo más llamativo es el otro factor que tiene que ver con la actitud de las compañeras de los babosos. Su reacción tardía y tibia es lo peor del caso. Entiendo que un señor pueda ser un abusador pero que las señoras que lo rodean en un partido de izquierdas que presume de feminista, abierto, libre y asambleario se callen, justifiquen y hasta minimicen las acusaciones internas de ese comportamiento, desacredita todo lo que predican. Y más cuando, al final, echan la culpa a la prensa por hacer del caso un 'escándalo mediático'. No es el escándalo lo que debería preocuparles sino que responda a la verdad. Lo escandaloso es su silencio.
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