Septiembre es el mes amarillo. Es el color con el que se relaciona la prevención del suicidio, vinculada a septiembre porque el día 10 es ... el escogido por la OMS para sensibilizar sobre esa realidad. Una realidad que acaba con la vida de más de 400 personas al año en la Comunidad Valenciana y por la que la asociación valenciana 'La Niña Amarilla', junto a otras 40 entidades, ha convocado mañana en Madrid una manifestación que exija más implicación en la prevención.
Publicidad
La buena noticia es que la tasa autonómica ha bajado respecto a años anteriores logrando el mejor resultado de los últimos 15 años. Hablar de «buen resultado» en estos casos nunca es justo. No lo es para centenares de personas y familias que se han sentido rotas por la mitad tras conocer la muerte por suicidio de un ser querido. No lo es, tampoco, para aquellos que siguen viviendo un infierno personal sin ayuda ni esperanza. Como en la violencia de género, no solo hay que poner el foco en el extremo, la muerte, sino en todo el dolor previo que conduce a una decisión desesperada. Es cierto que prevenir ese extremo es lo más urgente y perentorio, pero no debemos olvidar el camino que algunos recorren hasta llegar a él. Cuando hablamos de violencia machista no solo hay que quedarse con las cifras de mujeres asesinadas por sus parejas sino también con las de quienes sufren a diario el dolor, la tortura o el miedo. Asimismo, el suicidio es una decisión última que no se suele tomar de forma sorpresiva e impulsiva sin ninguna ideación previa. Es el resultado de mucho sufrimiento al que no se ve salida. Por eso, saber que las cifras pueden ir a la baja, como vemos en las últimas estadísticas, es motivo más que suficiente para destinar recursos, personal e iniciativas institucionales, coordinadas y transversales, que reviertan esa realidad.
Es motivo, también, de mayor empeño en la provincia de Alicante, donde la cifra no solo no ha bajado sino que ha subido. Quizás este año hemos estado más pendientes todos de Valencia y los efectos de la dana en la salud mental de los habitantes de las zonas afectadas. Los datos allí son tranquilizadores, decía el director general, Bartolomé Pérez, y no cabe más que felicitarse, pero sin olvidar que los efectos de la tragedia se pueden manifestar más tarde y que los datos de Alicante también son preocupantes. Una buena noticia debe servir para tomar aliento y multiplicar los esfuerzos, nunca como ejercicio de complacencia. Lo positivo es saber que es posible prevenir el suicidio. Que el amarillo también es color esperanza.
Suscríbete a Las Provincias al mejor precio
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión